¡No necesitamos nacionalismo!

Creemos que las funestas decisiones del nefasto gobierno del presidente Zapatero han ayudado a formar lo que para nosotros es ya el movimiento de liberación contra los nacionalismos que nos oprimen y dividen y sus colaboradores situados sobre todo en la destructiva izquierda, pero que también los hay en la acomplejada derecha.

El movimiento que se forje, que ya se está forjando, lo hace en base a su propio devenir, empujado por la ola de despropósitos de los nacionalismos y sus aliados, los renegados, y no es un partido, es decir una facción ideológica, sino que acusa los orígenes diversos de sus componentes.

No nos define una posición ideológica previa, sino el lenguaje y las posiciones de aquellos que se han situado como enemigos nuestros y que son subversivos con respecto al orden democrático al cual han infiltrado y corroído.

Son los nacionalismos disgregadores quienes han construido un desorden totalitario, una izquierda incomprensible pero históricamente contraria a la unidad del pueblo y de la nación (¿quizá infiltrada en su interior?) y una miríada de grupúsculos y minorías que ahora quieren el poder legal pero ilegítimo. Y en el horizonte, unas puertas abiertas a una inmigración salvaje, fácilmente influenciable por fuerzas alógenas, por el islamismo de signo indudablemente marroquí o por las mafias.

Todo ello en el medio extraordinariamente corrupto, corporativista y sumamente costoso como es la oligarquía de partidos y las taifas autonómicas. Y ello sólo para mantener el tinglado de unos políticos descastados: primero de la UCD franquista, después de los “beautiful people” del PSOE y luego la falsa y cobarde tranquilidad del “España va bien” del PP, preludio de la tempestad Zapatero-tripartita.

A la torpe y absurda acusación de que todos somos “nacionalistas” responderemos que los españoles no necesitamos nacionalismo porque ya somos una nación, que se forjó a lo largo de los siglos. Precisamente por venir de muy atrás no existió un nacionalismo. No excluyó a nadie ni reivindicó esencias étnicas ni ideológicas y ningún grupo hizo de España una bandera partidista. La auténtica y la única patria de los españoles fue entonces, y ahora, la patria de la libertad: la lucha constante por la libertad, el progreso, la unidad y por su cultura, en especial nuestro idioma, el español.

El nacionalismo es la ideología de los que NO SON, nosotros SOMOS y no necesitamos patéticos nacionalismos.

Tenemos que atrevernos a afirmarnos y a definir, señalar y atacar clara y duramente al enemigo. Basta de poner la otra mejilla y de temer sus descalificaciones. Superemos su lavado de cerebro, su lenguaje y su propaganda.

Tenemos que defender nuestro país porque una sociedad es un proyecto colectivo y el individuo no crece de modo aislado y autónomo. Y si esa sociedad no sabe de donde viene y adonde va está sujeta al asalto del individualismo, el totalitarismo de los separatismos, la corrupción de los demagogos que corrompen valores reales como libertad, justicia e igualdad, la dictadura de las minorías y las excepciones, la impostura de atavismos tiránicos (velo, poligamia) que parecían enterrados (y con extraños compañeros de cama como las feministas progresistas y los homosexuales “multiculturales”).

El patriotismo, esa conciencia social y política colectivas, nada tiene que ver con la ingeniería e invención nacionalistas.

La política es demasiado importante para dejarla en manos de políticos, intelectuales, ideólogos trasnochados y “expertos” varios. La política no es sólo organización y economía, es también un sistema de valores cívicos compartidos, participación, contenido y relación. Es la construcción de nuestro entorno y nuestro futuro, de nuestras capacidades y posibilidades, y por último, representa por suerte o desgracia lo que fue nuestro pasado colectivo y nuestro posible futuro.

¿Seremos capaces de cogerlo con nuestras manos?. Tenemos la palabra.