El «Sanedrín» de la disidencia

Nadie duda hoy que los medios de comunicación constituyen una fuerte influencia en la información y el imaginario de la población.

La noticia que no se publica no existe, la “tendencia” que no aparece no se implanta. El medio crea el mensaje.

El movimiento que combate al nacionalismo, afortunadamente, se ha hecho visible en estos últimos dos años. Ahora hay movilizaciones, incipientes contactos entre las organizaciones, si bien escasas, pero que se multiplican, e incluso surgen partidos políticos nuevos.

No podemos sino agradecer a los pocos medios que resisten el acoso y las tergiversaciones del resto enfeudado a la dictadura nacionalista-zapaterista. Sabemos también que un periódico o una emisora no pueden ser, o no deberían ser, portavoces de partido. Pero pueden ser coherentes en su disenso.

Constatamos que los habituales en estos medios se arrogan, en exclusiva, el derecho a disentir en qué y hasta qué punto, volviendo después al redil de lo “políticamente correcto” y despreciando e ignorando a quien no asume, por ejemplo, su opción política concreta. Opción política que, en definitiva,tampoco ha mostrado firmeza ni oposición frontal a la tiranía nacionalista y sus políticas (mirando hacia otro lado, cuando ostentaba el poder, frente a las transgresiones e ilegalidades de aquellos y cediendo a sus chantajes), de cuya tibieza, de cuyos “barones” y “señores locales” contemporizadores y siempre dispuestos a “saltar” al otro lado y de su devoción a “sectores selectos” de la población (su verdadera debilidad) nadie puede, razonablemente, esperar nada. Hablamos, evidentemente, de la COPE, de El Mundo, y del PP….

Y en especial de la actitud ante el Partido de los Ciudadanos. Y queremos que quede claro que estos, aunque viejos compañeros, no son santos de nuestra devoción. Su estrategia y planteamientos no son los nuestros.

Nos resultan obscenos e indignantes los juegos florales de exquisitez erudita, con aire de intelectual esnob, que impúdicamente exhiben esos medios (especialmente en las ediciones impresas) en que subsumen a la lucha antinacionalista, utilizándola como excusa de lucimiento personal, y, con ello, trivializándola: “el santo por la peana”.

Y, al mismo tiempo que esos oráculos que se erigen en “Sanedrín” de la disidencia frivolizan con su elitismo refinado, la multiforme respuesta ciudadana que trabajosamente, y sin medios, se va abriendo paso, y se ve postergada, apartada a codazos, ninguneada, e incluso vilipendiada por quienes disponiendo de medios y capacidad de difusión, deberían tener la grandeza y la generosidad para, sin menoscabo de su filiación (totalmente lícita), prestar un rincón de atención respetuosa a todas las iniciativas que van emergiendo, incluso las más humildes, igualmente necesarias, y frecuentemente más meritorias, en la lucha por la defensa de la unidad de España.

La inquietante situación que atraviesa nuestro país exige, de quien más puede, altura de miras; nadie, por poderoso que sea, puede atribuirse la exclusividad de la disidencia negando a los demás. El enfrentamiento con el nacionalismo en ciertas regiones de nuestro país es hosco y nada elegante, se lleva a cabo con escasísimos medios, con abnegación, humildad, anonimato, soledad y trabajo físico… no hablamos de diletancias, ni de “foros de alto nivel” ni de “cenas-debate” con invitados “prestigiosos”. No son “floreros” lo que necesitamos sinó currantes, respeto, solidaridad, unidad y un poco de acogimiento y calor.

No queremos restar, pretendemos sumar. Desde la crítica constructiva y de la unidad de acción. Desde el respeto a quien mantiene otras posturas en el seno del movimiento de resistencia. Pero creemos que ese respeto debe ser extensivo a todos los grupos u organismos en el movimiento.

Al fin y al cabo, hasta no hace mucho algunas de las propuestas que afloran en el movimiento eran defendidas casi en solitario por grupos como el nuestro.

Porque lo que sea el movimiento y lo que pueda hacer es una incógnita, o si lo preferís, una “apuesta de futuro” en lenguaje de politiquero. Consideramos que esos medios deben, y es legítimo que así lo hagan, defender sus opciones. Pero pese a toda su importancia, si por sí solos pudieran frenar el frente de ofensiva separatista -¿socialista? (o lo que sea), ya habría ocurrido.

No hay aquí, porque no puede haberla ante la urgencia del momento, una separación jerárquica entre activistas “radicales” y “bonzos” intelectuales.

Nadie es imprescindible, todos somos necesarios, aunque hoy unos más que otros. Pero “el mañana nunca muere”.

Sólo pretendemos incitar a la reflexión, como con el resto de nuestros comunicados.

¡UNIDAD!

Acabamos de asistir a dos convocatorias, con asistencia masiva, en Madrid.

En ellas se ha exteriorizado un anhelo que estaba presente en todas las anteriores y que venía siendo cada vez más presionante, y es que, además del propio lema de la convocatoria, y aún por encima de él, ha ido emergiendo la reivindicación de ¡España! y el deseo de su permanencia y unidad.

La avidez por pronunciar abiertamente el nombre de nuestro país, proscrito en algunas regiones y mal visto en las restantes (a menos de que se mencione en un contexto negativo), y el uso de nuestra bandera, se ha ido abriendo paso persistente y espontáneamente, al extremo de que se suelen desbordar las recomendaciones, o requerimientos, de las organizaciones convocantes de algunos actos públicos en el sentido de no llevar banderas etc…

Las asociaciones de víctimas del terrorismo (AVT, Foro de Ermua, etc…), que son asociaciones cívicas, independientes de los partidos políticos, han sabido hacerse eco de esta realidad subyacente, y el uso sin complejos de nuestra bandera e Himno (que nosotros vimos por primera vez en Pamplona el año anterior) ha sido recibido con un entusiasmo conmovedor.

De la importancia del hecho (importancia que, sin duda, proviene del elevadísimo número de participantes) da constancia la ominosa ocultación en todos los medios afectos al régimen antiespañol, seguida, posterior y contradictoriamente, de una violentísima catarata de reacciones de rabia, de odio visceral, de insultos y descalificaciones que se está prolongando visiblemente.

En esta pataleta bestial ha participado todo el facherío nacionalista, el facherío del Partido “ese” “rosa-visón-astracán-tocho” y sus organizaciones subordinadas.

Tienen miedo; perciben que hay un potencial movilizable.

Perciben que si todo eso llegara a cuajar, ante ellos se levantaría un obstáculo formidable. Y especialmente para el totalitarismo nacionalista, antiespañol, y minoritario, esta es una oportunidad histórica ya al alcance de la mano, por eso el temor es grande y su reacción mucho más histérica que de costumbre.

Si España sale con bien de este trance, se deberá en gran parte, o totalmente, a la abnegada e inquebrantable actitud de las asociaciones de víctimas, pese al constante acoso y ataque a que se ven sometidas (excepto, naturalmente, aquellas cuyo silencio ha sido comprado por la mafia nacionalista).

La deuda que tenemos con ellas es impagable, y cuanto digamos siempre será poco.

El hecho es que, desde su legitimidad moral y su empecinamiento, de donde su capacidad de convocatoria, nos han situado, una vez más, ante el espejo.

Pero, tal vez, no pueden ir ya más allá (¿deben?), y su impulso nos está señalando el camino.

Nadie recogerá su testigo y lo lanzará adelante sinó nosotros mismos, la ciudadanía.

O acaso esperamos algo de los partidos (“institucionales”, del “sistema”) como el “partido patético”, pesetero, cuyo tactismo y posibilismo se encamina, en sus feudos autonómicos, a contemporizar y mimetizarse con el objetivo desesperado de sobrevivir, conservando sus sinecuras, a cualquier precio y quede lo que quede, y que por otra parte, sin ser convocante de esas movilizaciones populares, no duda en colocarse en cabeza de las mismas una vez constatado su éxito, patrimonizándolas: puro oportunismo, caza de votos, pero no nos ciegan, carecen absolutamente de convicción y de compromiso. O tal vez esperamos algo de otros partidos surgidos “ad hoc” que apenas iniciada su andadura ya defraudan, que mantienen discursos de conveniencia según el caso, que instantáneamente burocratizados se pueblan de arribistas de todo pelaje, de oportunistas y de buscavidas atraidos por los aledaños del poder y que pretenden encubrir su indigencia trapichera con el sayo de la “exquisitez intelectual”…


No, nuestros símbolos, bandera e Himno, que a nosotros no nos avergüenzan y que no necesitamos nacionalismo ninguno para reconocerlos y respetarlos, centenariamente anteriores al franquismo, y libres y exentos de las lacras que aquél régimen infecto les adosó, estaban tirados en el suelo y, espontáneamente, la ciudadanía los ha recogido y enarbolado entusiásticamente con una sensación liberadora, porque una vez más, percibe que España es libertad y progreso. Puro pueblo.

Los últimos acontecimientos, la felonía de este Gobierno traidor a España y del facherío progre, amparándose en una, notoriamente falsa “huelga de hambre” del monstruo, para proseguir su acción demoledora de nuestra nación, y las recientes declaraciones de algunos “señores feudales” (o aspirantes a ello) del partido patético (Jaime Matas de la taifa balear, Feijoo de la taifa gallega, etc…) que reconocen como irreversible la presente situación, y, por ende, la conveniencia de adaptarse sin dudas ni complejos a la nueva situación, nos abocan a la única conclusión posible: ya no se puede esperar solución alguna dentro del sistema institucional de la partitocracia (que no democracia) actual; hay que cambiar la Constitución actual, el sistema electoral y de partidos, y para ello se requiere un amplio movimiento popular independiente de los partidos actuales. Es la hora de la ciudadanía.

El tiempo apremia y es nuestra hora (“…en la tardanza está el peligro, Sancho.”).

En estos momentos nuestros “distingos” ideológicos son un lujo obsceno.

Nuestra falta de unidad es la fuerza del facherío antiespañol, y con nuestra demora en aglutinar un movimiento de oposición, de resistencia, ellos acrecientan su poder y extienden su obra aniquiladora de nuestro país; ¿es ya irrevesible, como proclama la chusma nacionalista? .

Pongámonos a la altura de las víctimas del terrorismo nacionalista, ellos han hecho ya la parte más dura, la más difícil. Ellos han puesto muertos y lisiados, y siguen en la brecha, plantando cara ¿permitiremos que su sacrificio, sí, su sacrificio, se desvanezca en la nada?.

Tenemos un potencial que aún no somos capaces de movilizar ¿de qué tenemos miedo?.

La unión es la fuerza , y el tiempo apremia.