Estos días se está constituyendo, por fin, una organización política que dice desea romper el cerco nacionalista al sistema político, las instituciones, la economía y la misma existencia de la nación española.
Se considera que este proyecto aprende de los errores de “Ciudadanos”, que sufre una escisión, divisiones y abandonos en sus filas, según ellos sólo por “personalismos”. Lo cierto es que las causas son también abstrusos enfrentamientos por definiciones ideológicas y acusaciones alucinantes de “nacionalismo español de brocha gorda”, empleando un lenguaje propio de nuestro enemigo común, los nacionalismos disgregadores y explotadores.
Del mismo modo que saludamos el nacimiento de “Ciudadanos”, en cuyos ya lejanos antecedentes participamos (el Foro Mogambo o el Foro Babel y la Asociación por la Tolerancia), hace ya quince años, apoyamos hoy la creación de cualquier organización que de batalla al nacionalismo y su dominación, que sirva de eje a todo el archipiélago de grupos, iniciativas y voluntades que conforman el movimiento de resistencia actual. Es necesario, es urgente.
Pero informaciones recibidas de la propia promotora local del partido nos llevan a lanzar un aviso: si se vuelve a hurtar la verdadera meta, si se enzarzan en luchas por definiciones políticas periclitadas o secundarias, si no se parte de posiciones claras y antagónicas de principio, el proyecto será de nuevo una victoria pírrica como “Ciudadanos”.
No parece sino que los líderes y animadores de las diversas organizaciones estén más atentos a que nadie saque una bandera nacional o tararee el himno que a criticar y combatir a los nacionalismos opresores. Han sido la alarma y la indignación por sus abusos y barrabasadas por las que millones de ciudadanos salieron a las calles enarbolando las enseñas nacionales como representaciones de su voluntad y su conciencia.
La obsesión, en el debate interno, por dotarse de siglas de “prestigio” en no se sabe qué nimbo beatífico, conduce de nuevo al despiste ideológico esterilizante que ya hemos conocido.
No basta con utilizar oportunísticamente las llamadas públicas a la oposición al nacionalismo; ha de ser verdad. Más aún, esa es la principal razón de ser de cualquier nueva formación de ámbito nacional, ya que ese es precisamente el principal y más perentorio problema de España (aunque a alguien “se la sude”). Si dejamos de lado esa “cuestión”, un tanto molesta o casposa, todo nuevo partido sobra; ya hay formaciones de “izquierda” con ideas mucho mejor establecidas y claras … y para qué hablar del “centro” o de la “derecha”.
“Cuando no se especifica donde se quiere ir, se acaba llegando donde no se quería”. Y así ha ocurrido en la tentativa anterior; en la inconcreción se abren las puertas a los personalismos, a los arribistas, y a criptonacionalistas.
Y así, mientras se frustran costosas iniciativas, los nacionalistas avanzan en sus Estatutos que aparte de su contenido intrínseco, tienen la virtud de inducir en los demás, junto con las tenaces campañas de “pedagogía” que han llevado a cabo por todo el territorio, la ya perceptible tendencia a la disgregación (el todos contra todos), anestésico que facilitará el golpe final al país. No podemos dejar de admirar en ellos su unidad en torno a un objetivo claro, claramente explicitado sin dudas ni vacilaciones, monotemático, por encima de siglas, que no se pone en juego por disensiones internas a las que se sobrepone su capacidad de colaboración táctica.
No puede ser que las organizaciones del movimiento estén bajo un permanente “Síndrome de Estocolmo” del lenguaje y los ataques del nacionalismo. Y menos, grupos como Basta Ya, la AVT o la Asociación por la Tolerancia. No. Urge ponerse bajo el espíritu de Ermua. Un espíritu de resistencia y lucha, de dignidad y orgullo, no de congoja y servilismo.
Forjad vuestro proyecto con los medios que consideréis más eficaces, compañeros, pero no perdáis de vista su finalidad, que no la sustituyan aquellos.
La falta de unidad es nuestra debilidad. Nuestra debilidad es su fuerza.
N.O.A. Núcleos de Oposición Antinacionalista