A finales del mes de abril el diario “Minuto Digital” publicó una acerada crítica contra UPyD y a favor de Ciudadanos, partido que está siendo fuertemente contestado por parte de la COPE y “El Mundo” con motivo de su alianza con la coalición “Libertas”, acusada de extrema-derecha.
No vamos a entrar en banderías divisorias, ni en luchas personales entre “personajes” y “medios” que no sabemos, ni nos interesa, qué se disputan, pero que nos perjudican a todos.. Como en el mismo caso de la crítica a la UCE (Unificación Comunista de España) por parte de la web “El Revolucionario”; queremos hacer un llamamiento a la unidad.
Unidad no retórica sino basada en la identificación de un enemigo real y potente: la dictadura encubierta de los nacionalismos disgregadores, apoyada por fuerzas del llamado “progresismo” y la tibieza y complicidad de los conservadores.
Por más que se juzgue imposible o irreal, lo que se requiere ahora es la unidad en la defensa de España. No es ninguna abstracción, sino una necesidad concreta para los muchos que nos resistimos a caer en las garras de las envilecidas sociedades totalitarias de las proto-nacioncillas que crea el nacionalismo integral, imponiéndolas a la fuerza a porciones de la otrora sociedad española, fraccionándola, y en las que ya se aprecian nítidamente los subrepticios procesos de “limpieza”, el crecimiento (ya exagerado) del odio “etno-cultural” (la moderna cobertura del racismo y las superioridades raciales), obra de la escuela nacionalista, la discriminación, por la imposición de la más opresiva homogeneidad, y la aceptación, y amparo, indecente, del asesinato a pequeña escala (…por ahora).
Por eso, por la libertad, y por la igualdad, a nosotros, contrariamente a lo que dijo aquél (¡para una vez que se les escapa la verdad!), España NO nos la suda.
Todo lo que no sea lucha contra ese enemigo de modo unitario es personalismo, faccionalismo, ombliguismo… más exactamente: traición.
Si el régimen autonómico ofreció abundantes oportunidades a una emergente casta política de ínfimo nivel carente de todo escrúpulo, y despertó la ambición de miles de arribistas no menos indecentes, creando una inextricable red de intereses férreamente trabados, también ha dejado a su paso numerosos cadáveres.
Y en el magma desordenado (¿y desorientado?) de los numerosos grupos, y pequeños nuevos partidos, que pueblan el movimiento de resistencia al nacionalismo buscan su oportunidad los nuevos viejos políticos y sus acólitos, y los medios que “ramonean por estos barrios” haciendo de ellos escenario de sus particulares controversias, con el consabido y cansino estilo intrigante y marañero que nos lleva al perverso resultado de hundir iniciativas al elevado coste de defraudar esperanzas, de desmovilizar (justo lo opuesto a lo que nos conviene) y de extender el desánimo y el hastío.
Necesitamos algo nuevo, un cambio “real”. Pero mientras tanto ya sabemos con qué material humano lidiamos: que si uno ha abrazado a Fidel Castro, que si otro apoyó a Pinochet, o al Opus, o a Stalin. Si el proyecto Ciudadanos está desvirtuado y finiquitado es algo que emergerá por sí mismo. Si la UPyD está lastrada por sus parámetros progres ya le pasarán factura los electores. Si AES tiene un perfil excesivamente conservador o católico no lo apoyarán otros sectores. Que si la UCE es trasnochadamente maoísta, que si la abuela fuma…
Pero la valía de una opción política para nosotros se mide por su capacidad para hacer avanzar al movimiento de resistencia a los nacionalismos y fortalecer la unidad nacional. Y todas las demás luchas o maniobras son secundarias. Así debe ser.
Porque la teórica racionalidad de las luchas y posicionamientos políticos de los distintos grupos ha quedado truncada por la naturaleza del contexto en que nos encontramos de quiebra de las reglas racionales del juego ante la brutalidad de los hechos: desobediencia, negación, y ausencia de la Constitución (por mala que sea) en amplias zonas del país, cuya legitimidad se desvanece y aparecen nuevas legitimidades espúreas, burla e incumplimiento de la ley abierta y sistemáticamente, aterrorización de la población mediante el asesinato (aceptado bastante descaradamente como método “admisible” o “entendible” -incluso por una parte de la “Iglesia Católica”!-) y el matonismo callejero, tribunales y jueces que…, todo al amparo de la criminal dejación, que ante las vulneraciones, han hecho, sistemáticamente, los sucesivos gobiernos de la democracia (no sólo el actual).
Lo racional en estas circunstancias es posponer legítimos intereses particulares en favor de la imprescindible solidaridad, unidad y apoyo mútuo incondicional. La lucha individual, aislada, frente a ese enemigo común, solo conduce a la derrota.
Algunos, “políticamente muy correctos” o elegantemente “buenistas”, pueden sentirse “incómodos” tomando partido por “un bando”. Olvidan, o no quieren ver, que, pese a quien pese, son los nacionalistas quienes han trazado los dos bandos, ellos han definido abiertamente que “quien no está totalmente con ellos, está totalmente contra ellos”. Se pretende prescindir de que el nacionalismo no es una ideología política racional, “normal”, una más, se subvalora e incluso se niega el fanatismo totalitario que le es consustancial.
No hemos, pues, creado o elegido el “bando”, nos ha sido impuesto. Puede no reconocerse, es perfectamente válido, pero los que persistan en su soledad, por esta especie de elitismo exquisito, serán arrollados por la realidad de los hechos. Demasiado tarde. Demasiado perjuicio a todos.
Puede decirse, desdeñosamente, que todo esto no son más que lugares comunes en los que todos estamos de acuerdo. No es así: los hechos hablan muy claro.
Mientras tanto lo importante es que todos caminen en la misma dirección.
Pero…¿lo hacen?. ¿O se trata simplemente de una argucia mitinera y propagandística a las que ya estamos habituados?
¡¡Que enemigo sólo hay uno y vuestros tiros han de enfocarse hacia él!!