Ya sólo queda un camino

La actual situación de degradación política, económica, social y nacional de nuestro país, consideramos que está supeditada, y es consecuencia, de la existencia y crecimiento de los separatismos y su papel en el campo político.

Afirmamos que el proyecto nacional de España, sustentado en la lucha constante por la unidad, la libertad y el progreso del Pueblo y la Nación a lo largo de la Historia con diversas fases y formas, ha sido boicoteado a lo largo de los últimos dos siglos, pero especialmente de los últimos veinte años, por los sucesivos gobiernos que han sido incapaces de dejar a un lado sus prejuicios ideológicos y circunstanciales para pensar en España como Nación y Pueblo. Desde los liberales a los franquistas, y desde los progresistas a los conservadores. Eso cuando no se han dedicado a saquear el Estado y arruinar al Pueblo.

Las ideologías, ya caducas, fueron producto de las transformaciones sociales del siglo XIX, y también fueron culpables de la implantación sangrienta y traumática de las utopías asesinas, tan alabadas. Pero hoy, “aquí y ahora” no son más que el entramado donde se sustenta la actual casta de políticos (organizados en empresas electorales o «partidos») para imperar y enriquecerse, pervirtiendo el sistema democrático.

Los OA, por lo tanto, rechazamos toda ideología, del fascismo hasta el comunismo, pasando por el liberalismo y el socialismo. Primero por ser aliadas de los separatismos, saqueadores y opresores. Segundo por ser inútiles en la lucha contra los secesionistas.

Creemos imprescindible subsanar las deficiencias de nuestro devenir histórico, causadas por los enfrentamientos y egoísmos fraccionales, y la restauración del progreso económico y la democracia, para lo cual es inevitable la neutralización del saqueo económico y la opresión política de los nacionalistas y los partidos corruptos de este sistema, oligárquico, caciquil y cantonalista.

Este sistema protoseparatista se sustenta en esos defectos en la formación del moderno Estado nacional que permitieron el surgimiento y pervivencia de los localismos y regionalismos de aire medieval, que ahora se presentan como naturales, históricos y liberadores.

También creemos que este sistema autonómico no es la expresión de ninguna situación legítima o histórica sino un invento de la nefasta II República y de las ambiciones políticas de Adolfo Suárez para integrar a los nacionalistas y que sólo ha servido para incentivarles y expandirlos por toda España. Es un verdadero virus suicida a extirpar.

( Recordemos que amplios sectores de quienes, consciente o inconscientemente, se siguen aferrando a las viejas denominaciones, así como todo el facherío progre (la progresía divina y la alpargatera) ya desde los tiempos del franquismo han sido colonizados, “abducidos”, por el nacionalismo, y hoy son sus tontos útiles, pero constituyen una fuerza nada despreciable cuando además se combina con la vesanía antiespañola de la casta gobernante.)

Simultáneamente a estas cuestiones fundamentales, otras, numerosas y graves, a las que ninguno somos ajenos, exigen la voluntad manifiesta, y la actitud decidida en su resolución. Señalamos especialmente:

El derroche económico del que hacen gala esas castas parasitarias llamadas «partidos» con el dinero público y la corrupción constante y consentida.

La implantación de absurdos y aberraciones sacadas de las manipulaciones, mentiras y utopías de los grupos de presión minoritarios como los mangantes ecologistas o los homosexuales, también infiltrados por los separatistas, que implantan una dictadura de lo “políticamente correcto” y que saquean las arcas del Estado subvencionador con la colaboración de los actuales partidos, huérfanos ya de ideologías.

La irresponsable política de inmigración que amenaza la estabilidad social y económica, especialmente la presencia de millones de musulmanes, expuestos a las proclamas del islamismo radical y expansionista. Inmigrantes además, que por interés o convicción están haciendo causa común con la política de los separatistas.

El vaciado de las esencias militares de un Ejército a medida de nuestros enemigos internos, convertido en una ONG supeditada a los intereses políticos banales y esporádicos.

La escalada anticatólica puesto que, independientemente de las creencias de cada cual, el catolicismo es además de una religión un referente de la tradición, la cultura, la Historia y la moralidad social de España. No nos cabe la menor duda que buena parte de las políticas sociales puestas en marcha últimamente están destinadas en exclusiva a socavar la cohesión social y aumentar la degradación de la persona con fines de manipulación política.

La falta de respeto a la vida y a la integridad de los ciudadanos, a los que se narcotiza con libertades teóricas que sólo proporcionan degradación social y ética. De la delincuencia al aborto, de la sexualización de la vida a la educación juvenil, del divorcio sistematizado al paro masivo.

La hegemonía, en su provecho económico y político, de una Alemania imperialista que ha construido un Cuarto Reich bajo la capa del europeísmo que en nada beneficia a los demás.

Somos conscientes de la necesidad urgente de atender estos problemas (y algunos más) pero afirmamos que estamos en una situación de emergencia nacional, como en 1808, donde se ha llegado a la aberración de prohibir el idioma nacional y natural, el español, o la Fiesta Nacional, y la corrupción y el derroche salvaje del Estado autonómico y los partidos-caciques que nos han llevado a la ruina.

Por ello la única actitud política que cabe, ahora, es la defensa de la Nación y el Pueblo españoles, dejando pospuestos proyectos políticos o sociales más detallados.

Y la única acción apropiada es la insurrección.

Y no debe darnos miedo, porque no es el “poder”, no es el “sistema” los putrefactos, es en lo que los han convertido las sectas de arribistas caciquiles organizados en “partidos políticos” que han asaltado el Estado y envenenan a la población con sus manipulaciones políticas. Como lo hicieron en su día el fascismo y el comunismo. Debemos recuperar nuestro Estado e instituciones hoy ocupadas y derruidas. No propugnamos el “antisistema”, porque no vamos contra él, sino contra quienes, en todas sus instancias, lo han ocupado, y ocupan, degenerándolo.

La acción organizada para la recuperación de nuestro Estado, nuestra soberanía, nuestra libertad y seguridad debe, ineludiblemente, aglutinarse alrededor de los siguientes principios, suficientes para dirigir la lucha sin divergencias, hasta conquistar la normalidad democrática:

1. La unidad, realidad y existencia históricas de España son indiscutibles.

Desde el pasado y hacia el futuro. Somos la nación más antigua de Europa.

2. Solamente hay una nación: la Nación Española, y una única bandera. Incluye Gibraltar, Canarias, Ceuta y Melilla.

3. La soberanía de la Nación Española es indivisible.

Es inadmisible cualquier tipo de expresión de soberanía (ni poder de decisión) que no sea la derivada del conjunto de todos los españoles. En España hay una única sociedad y un único pueblo: el pueblo español.

4. La lengua propia, nacional y natural de España es el español.

Las demás son pervivencias y errores de un defectuoso desarrollo del Estado nacional que serán considerados cuestiones privadas carentes de derecho y de consideración públicas.

5. Refundación del Estado. Derogación de la Constitución de 1978.

El sistema actual ha degenerado y ha perdido la legitimidad (si bien, es “legal”). La democracia está secuestrada en manos de delincuentes corruptos, de traidores y de enemigos de España y por los separatistas. El sistema, consecuencia de una Constitución mal hecha, no es ni reformable ni regenerable.

6. El Estado nacional debe ser unitario y al servicio exclusivo de la Nación y el Pueblo, para el cual está hecho.

Inexcusablemente deben abolirse las Autonomías y el poder caciquil y esquilmador local. El Estado es el titular exclusivo de todas las competencias y poderes, y son irrenunciables e intransferibles. El estatus de comunidades, regiones y provincias debe ser liquidado; la división administrativa debe de prescindir de residuos históricos medievalistas y obedecer a criterios puramente funcionales y racionales. La distribución y delegación de funciones tiene como única finalidad llevar a cabo las políticas del Gobierno del Estado. No se admiten poderes, ni derechos, ni privilegios territoriales. Es imprescindible poner fin al saqueo que practican los nacionalistas.

7. Los nacionalistas se declaran enemigos de la Nación española, y a la vez la niegan. Quien colabora o consiente con ellos es traidor.

Las responsabilidades de quienes han traicionado a la Nación, incluso bajo la actual y nefasta Constitución, deben ser depuradas.

8. No se admiten partidos territoriales o localistas. El nacionalismo ha de ser erradicado.

Se deben prohibir y eliminar todas sus formas y disfraces (regionalismos etc…) en las que pueda pervivir el rescoldo del irredentismo, el revanchismo y el odio a la Nación española. Los nacionalismos buscan sus reivindicaciones ilegítimas en mentiras, y además son extranjerizantes por orígenes y presupuestos.

9. Disolución de todos los partidos actuales con representación parlamentaria.

Los actuales partidos políticos del sistema, no solo han degradado la democracia y la han convertido en una farsa, sino que han propiciado y están colaborando en la desintegración de España, son, de hecho, cómplices de los secesionistas. Sus dirigentes, cargos, y miembros relevantes deben ser inhabilitados a perpetuidad, y juzgada y castigada su responsabilidad.

10. Disolución de los actuales sindicatos.

Carentes de toda representatividad real se han puesto al servicio de los poderes políticos que les dan de comer. Muy en particular están al servicio de los Gobiernos regionales controlados por los secesionistas, mezclando cualquier reivindicación laboral (cosa rara) con las consignas y símbolos de los nacionalistas. A mayor abundamiento en relación a los “sindicatos” nacionalistas, inapelablemente ilegalizados.

11. Disolución de los Ayuntamientos actuales.

Constituyen verdaderos focos de corrupción y desintegración nacional, y aliados naturales de los separatistas.

12. Disolución de las organizaciones-parásito creadas para recabar subvenciones.

Han sido parte primordial en la extensión y carácter de la corrupción. Juicio a sus responsables.

13. Confiscación de los bienes de aquellos asociados a la corrupción o el favoritismo.

14. Retirada inmediata de las fuerzas militares que estuvieren en misiones en el exterior.

15. Revisión del estatus español en la UE. Reconstrucción de la soberanía económica nacional.

Denuncia del papel hegemónico y expansionista de Alemania y su control económico.

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Consideramos, por lo tanto, perentoria la necesidad de formar un «Frente de Salvación Nacional» que aúne a todos los que se oponen a la actual situación de degradación nacional y política, basándose exclusivamente en los puntos enunciados, y cerrado a todo debate interno que no se refiera más que a cuestiones de estrategia y táctica (ya hemos visto demasiados proyectos hundidos por personalismos o por infiltraciones, con sus secuelas de desmovilización, descrédito y desánimo).

Y también hay que ser conscientes de que el objetivo no puede ser conseguir escaños en algún Parlamento, pues todo partido que pretenda «entrar» en el sistema deberá «parecerse» a todo partido del sistema y a lo máximo que podría aspirar (y eso si no se tuerce, como también ya hemos visto), es a reformar el funcionamiento del Estado actual, lo que simplemente significa la muerte lenta y tal vez indolora. Dejamos de lado, por ridícula, la expectativa de la «regeneración».

No creemos que la organización deba ser obra exclusiva, ni basada en los actuales grupos existentes, la mayoría de los cuales, en su ensimismamiento y su ombliguismo desdeñoso, son más un obstáculo que instrumentos útiles.

Esta es una tarea de la ciudadanía, del propio pueblo que se organiza en pequeñas agrupaciones y se comunica y coordina con otros para, inicialmente, extender el movimiento. Es irresponsable esperar que otros lo hagan por nosotros. Solo contamos con nosotros mismos, y en esta encrucijada, quien no suma, resta.

En esta organización tienen cabida todos aquellos que asuman sus puntos y que tengan como norte el bienestar y la unidad de la Nación y el Pueblo españoles. Y no es necesario que abandonen su ideología si la tuvieren, sino que la pospongan en aras del momento de urgencia que vivimos. Las ideologías son personalismos y utopías inútiles ahora. Por nuestra parte tampoco somos neutrales ante los problemas actuales, pero los supeditamos al principal: la ofensiva contra la libertad, la unidad y el progreso de España y los españoles.

En síntesis la bandera de esta movilización para la insurrección es: la eliminación de la partitocracia, la de las autonomías y la de los separatismos, considerando que es una labor histórica y no puramente circunstancial.

Señalamos la importancia excepcional de que todos los miembros del propuesto Frente de Salvación Nacional, manifiesten de forma expresa su lealtad incondicional a éstos postulados.

Por España, por la libertad, por la unidad, por el Pueblo y su bienestar, su cultura y su futuro.