El poder a cualquier precio

(Aunque solo sea lo que quede de poder, y el precio sea la destrucción final de España).

Las elecciones del próximo 27 S parecen tener una excepcional importancia.

Si no son favorables a las ambiciones separatistas seguirá la estrategia de provocación y desafío a España para crear otra situación crítica.

Si son favorables a los catanazis, y logran efectuar su declaración de ruptura con España, más o menos encubierta por el propio Gobierno actual y los partidos del sistema – lo que por otra parte tratan de hacer mediante el trágala de la modificación de la Constitución -, no es el fin de la «historia» sino el principio; tras la separación de hecho, se iniciará de inmediato la «expansión territorial», anunciada explícitamente durante años y ahora reafirmada rotundamente. No será el fin del drama, sinó el inicio de uno mucho mayor.

Inmersos en este ambiente inquietante, no se descarta el temor de que en estas elecciones se produzca un «pucherazo» catanazi (algo de eso pero en muy reducida escala ya ha ocurrido en otras anteriores), si bien no generalizado, pero sí suficientemente significativo, posibilidad, sospecha, muy realista que el Gobierno (¿?) se niega a considerar y a vigilar especialmente, e impedir.

El proceso que estamos viviendo es claramente golpista. No porque nos lo parezca, sinó porque los propios dirigentes nazionalistas y sus asociaciones afines así lo han afirmado pública y reiteradamente aunque, obtusa y cerrilmente, el Gobierno se niega a considerar.

En vísperas de éstos acontecimientos se ha desarrollado una gran ofensiva antiespañola desde distintos puntos de la geografía y desde distintos grupos políticos; así a las ya conocidas desobediencias de las autoridades públicas catalanas con la declaración de municipios secesionistas, eliminación de la bandera española y colocación de banderas separatistas no constitucionales -ilegales por tanto-, se añaden otros: Colau en Barcelona pretende expulsar, al Ejército y a todos los restos del Estado, de Barcelona, se prohibe el Himno Nacional y la bandera en numerosos Ayuntamientos (Albal, Silla, Sueca, Alcora etc… la lista es muy larga) a lo que hay que sumar la impagable colaboración de los medios (y sus mastines: los periodistas)…¡todos a liquidar!.

Hasta ahora los separatistas lo van consiguiendo todo; primero con los asesinatos, magníficamente recompensados, y ahora con las bravuconadas sin que los Gobiernos (¿antiespañoles?, ambiciosos de poder y dinero) no hayan hecho más que ceder y doblegarse al servicio de sus propios trapicheos electorales.

El «apaciguamiento» ha alentado la agresión y ha realzado, ante el sector de su población adicta, la figura de sus líderes mesiánicos (saqueadores, mafiosos intocables, podridos de corrupción reconocida públicamente y no perseguida por fiscales y jueces – otros truhanes a los que hay que ajustar las cuentas-) mientras los Gobiernos, que nunca han rechazado ni contrarrestado las manipulaciones y falsedades declaradas por los secesionistas y propagadas por los todos medios (como ahora los datos claramente falsos de la participación en la manifestación del 11S) se han desvanecido, siempre, silenciosamente por el fondo del escenario, sin presentar batalla,…de nuevo los trapicheos electorales.

El drama se perpetúa en estos momentos; el Gobierno de Rajoy financia generosamente a Mas y sus compinches, en sus desvaríos, a través del FLA, con la excusa de tranquilizar a los mercados financieros internacionales, de seguir garantizando los servicios sociales esenciales y el pago a proveedores, pero ese dinero no se destina a esas finalidades, es sabido, es público y notorio. El Gobierno no lo ignora pero sigue en lo mismo. Esa lluvia de millones financia el «proceso separatista» y las fantasmales «estructuras de estado» (un pozo muy negro y sin fondo) que ocultan y hacen olvidar las cuestiones sociales y las políticas antisociales que se practican en esa región, proceso secundado criminalmente por los inefables sindicatos (que señalan a otros ¡cómo no!) y las autodenominadas izquierdas. En este «totum revolutum» han encontrado provecho también los «conversos» (renegados, como, por citar a unos pocos muy visibles: Justo Molinero, Eduardo Reyes, Gabriel Rufián, José Manuel Giménez etc…) que viven de la sumisión y del desprecio a su origen; se trata de charnegos sin dignidad (y baratos, como los Kleenex).

El resultado de los irresponsables e inconfesables trapicheos de los diversos Gobiernos con los nazionalistas, cesiones y permisividades inexplicables, es que se ha creado un monstruo que ha crecido, se ha hecho díscolo, creyéndose fuerte, y ninguno de los politicastros que han ocupado el poder se han atrevido, ni han querido, plantar cara al desafío. La aparente fuerza de los nazionalistas no se debe a su número ni a su determinación, sinó a la lenidad de quienes debieron hacer cumplir la ley, como les obligaba el mandato que ejercían; ellos mismos saboteraron el Estado al que servían, a eso se le puede llamar traición…y tiene que tener castigo.

El resultado de esta pestilencia es que en las regiones «dominadas» por los nazionalistas, aún no siendo mayoría ni con mucho, se han hecho con los resortes del poder, y su marcha es imparable porque constatan, pese a lo que digan en su histérica propaganda, que no se les enfrenta nadie. Parece como si todo estuviese ya pactado (incluso el período de disolución de las Cortes tras las elecciones del 27S, insinuando un vacío lleno de posibilidades), se trataría de llegar a una ruptura de matute, que no lo pareciera…pero la voracidad de los lenguaraces separatistas es demasiado exagerada para pensar que serían capaces de mantener la necesaria discrección.

La perspectiva es desoladora desde todos los ángulos. Para el «PSOE» no es muy molesta dado su carácter profundamente antiespañol, guste o no ese es su objetivo histórico (así como también el de los masones), que nada tiene que ver con lo que en el mundo ha significado el socialismo; aquí es simplemente la liquidación de España. Una realidad y un concepto que detestan profundamente y que no pueden soportar. La «izquierda» en España es completamente distinta de la izquierda en cualquier país europeo (dejando de lado su nulidad intelectual y teórica).

El PP, continuador de la «derecha» liberal, hereda de la derecha histórica la indiferencia, e incluso la hostilidad, hacia la idea de Nación y de la incómoda «soberanía popular» que ella conlleva, a lo que tiene que adaptarse, forzosamente, empujada por el signo de los tiempos y del entorno. Y ello aunque en nuestro caso se trate de una Nación histórica, no producto de la modernísima ideología-doctrina nacionalista que crea naciones «ex novo», y a las que sí se adhieren, interesadamente, las oligarquías y burguesías locales. Por ello ese partido jamás defiende ni defenderá la idea ni el concepto de España (que desconoce por completo), a los que tímidamente simula acercarse, oportunísticamente, cuando las circunstancias electorales les fuerzan a tratar de arañar un puñado de votos más.

Pero en cualquier caso, esa lucha ideológica «no es su tema», para ellos es un estorbo (las declaraciones del asno Margallo, el 10-9-2015, lo demuestran claramente, aunque estéticamente ha sido obligado a desmentirlas, como siempre retorciendo al extremo las palabras); su interés se centra únicamente en que los negocios sigan funcionando, en el interés de las oligarquías (especialmente las afines). Con el PP el lema es «la economía lo es TODO» y «hacer como que no pasa nada…» es decir, el adormecimiento de la casi inexistente lealtad, interés y patriotismo, de la población, y con ello la muerte lenta (si puede ser silenciosa e indolora) de España.

Poco más nos queda por ver. Ciudadanos, desde su origen -que conocemos bien- no merece la más mínima confianza, y a medida que crece (¿porqué?) se ven más claramente sus comportamientos; se confirma que «todo lo que nace en ésta región lleva en su seno el cáncer del nazionalismo».

Podemos, y su conglomerado difuso de agrupaciones, pretende ser algo así como un atrápalo-todo, queriendo hacer ver que sí y que no a la vez pese, a ser muy malos prestidigitadores. A cada uno le ofrece lo que quiere oír (una táctica «novísima y original» ¿no?), pero la realidad pronto se ha impuesto: nada de nada. Por no ser no es ni la «voz de los indignados», sinó la de los neo chorizos como ha quedado demostrado de inmediato. No son diferentes, son lo mismo que ya teníamos, y para este viaje no hacían falta alforjas ¿se darán cuenta los incautos, pese a la presión de los rastreros y manipuladores periodistas?

Otras posibilidades, potencialmente esperanzadoras, como VOX, o Democracia Nacional, ligeramente más visibles entre la miríada de grupos y grupúsculos de orientaciones muy próximas pero dispersas, están aferradas a sus pequeños conceptos fraccionarios hasta la inoperancia absoluta. Posiblemente imbuidos de buena voluntad pero aquejados de una debilidad extrema, acosados por todas partes y silenciados por completo como apestados. Y pese a todo no se corrigen, y siguen larvados de nauseabundos personalismos.

Siendo tan pocos, y los enemigos tan numerosos y poderosos, es suicida debilitarse más en querellas por completo ajenas al interés de la Nación y el pueblo españoles.

Su máxima debería ser: ¡Apoyarse siempre, perjudicarse nunca! ¡Unidad!

Nunca debemos perder de vista la naturaleza de éste sistema político y de los medios (y periodistas) que en él operan, que acoge en su seno a asesinos (encumbrados al poder), golpistas (la extensa camarilla de catanazis) y radicales de extrema izquierda y antisitema, mientras que repudia, con indgnación e intemperancia, a cualquier grupo o manifestación patriótica.

Toda esta lluvia de infortunios inunda a una población, en gran parte sin autoestima, e imbuida por una mentalidad de desprecio e indiferencia al propio país. Tal parece que nos encaminamos a una encrucijada histórica que la población española no va a poder afrontar con la determinación y el coraje necesarios.

Esta población cerrada en sus problemas personales debido a la gran crisis económica, problemas ciertos y acuciantes, no percibe que con la destrucción del país, esos mismos problemas se acentuarán muchísimo más hasta extremos inauditos. Cada vez, la solución, si la hay, será peor.

La defensa de la unidad de España no es un juguete, ni un capricho, ni un lujo superfluo, sinó una necesidad vital. Por eso, ahora, es imperativo que frente a todos y a todo, el Ejército tome el poder.

Pero no para defender a este sistema político ni a estos politicastros mentirosos, corruptos y saqueadores, actuales. Todo lo contrario. Hay que defender y regenerar las Instituciones del Estado, lo que implica la reconstrucción del Estado unitario, que frente a todos siempre fue mucho mejor que la aberración autonómica, que por tercera vez en nuestra historia, ha fracasado.

Se debe poner fin al actual proceso político que está culminando con un Golpe de Estado anunciado públicamente, lo que ya es en sí un delito grave, y que ni gobierno, ni fiscales ni nadie dice ni mu. Esta desidia y dejadez, además de ser asombrosa, es ¡cómplice!.

El ejército, debe y pued,e encabezar un contragolpe que reconstituya la legitimidad y la legalidad hoy inexistentes, tomar el poder y detener a todos los sediciosos, sus colaboradores, los políticos todos, también cómplices y limpiar a fondo las Instituciones del Estado. El pueblo español espera eso de su Ejército: lo necesita.

¡Abolición autonomías!

¡Ejército al poder!