La infiltración nacionalista

La táctica magistral del separatismo, como la del comunismo en los años 50, ha sido la de la infiltración. Infiltrarse en todos los ámbitos para cubrirlos con su bandera. Sin ir más lejos los independentistas en Barcelona con motivo de la huelga del 14 de noviembre, y disfrazados de comité de huelga de barrio, cuelan en las reivindicaciones el “derecho a la autodeterminación”.

Pero lo más insólito de tal táctica es una noticia apenas reflejada en las páginas culturales de algún diario: el renegado Juan Carlos Moreno Cabrera, catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid, y dos separatistas infiltrados, Silvia Sanz y Montserrat Alberte, todos ellos con publicaciones antiespañol y antiRAE, proponen una institución independiente de la RAE para gestionar y fijar la norma de la lengua española en Cataluña ante una hipotética secesión.

Su meta: “romper la hegemonía de la RAE”, vehículo de los “intereses geopolíticos del Estado español” con vistas a “no oficializar el castellano en Cataluña y la apertura hacia el estándar y la norma” americanas.

Además de mentira, la proposición es una aberración. Es mentira porque la normativa la consensúan todas las Academias, y la española es sólo un voto más, minoritario y sin poder de imponerse a las múltiples formas y hablas de la inmensidad americana.

Y es una aberración porque si eres separatista qué te importa la de los demás. Lo que pretenden es transformar la lengua de los españoles en Cataluña en una jerigonza.

Más allá de ello lo instructivo es la forma grotesca y cínica con la que los separatistas se introducen e inciden en todos los ámbitos para vomitar su veneno de odio y envidia obsesivos.

No tiene otra explicación el meterse fuera de su territorio. Ya el estudioso del nacionalismo, Ernst Gellner, afirmaba que al nacionalismo no le interesa su cultura, sino la manipulación, y la invención cuando convenga, de ella.

De manera que se centran en la del enemigo hasta llegar a la histeria y el esperpento. Son patéticos pero peligrosos.

Insurrección Nacional!!!

Adiós España, sí, pero la legalidad ya no existe

Ya está, el alto Tribunal Anticonstitucional se ha destapado en forma y tiempo conveniente a las estrategias de las distintas facciones de la casta política, produciendo una sentencia que, como no podía ser de otra manera, resulta claramente anticonstitucional (no hace falta ser un leguleyo para darse cuenta). Esos jueces-delincuentes zarandeados por los manejos de los políticos, presionados e incluso amenazados, no podían caer más bajo. No hay infamia que les repugne.

La Constitución ya venía siendo vulnerada y desbordada a troche y moche, tanto por los sucesivos gobiernos, en su actitud genuflexa ante los nazionalistas a quienes, además, frecuentemente han alentado y encubierto, como por los gobiernos autonómicos. Nunca la Constitución ha sido la norma de referencia, sinó la norma a batir. No es nuevo.

Hemos visto como todas las instituciones del aparato del Estado han operado constantemente en pos de la destrucción de España y sus instituciones, democracia incluida.

Ahora es el “reino” de los jueces quien nos ha confirmado que también está podrido hasta la médula –lo que ya sospechábamos- desde el mínimo de los juececillos hasta la más alta magistratura.

Analistas y comentaristas se han abalanzado sobre el fallo. Para unos los retoques han sido mínimos y el texto “ya es constitucional” frase mágica, ¡respirad!, para otros se ha desactivado su peligrosidad, etc.… y todos mienten. El estatuto de los nazionalistas es expresamente anti-constitucional y anti-español, y no ha sido desactivado ni en lo más mínimo: se reconoce la autodenominación de nación para esa región y se dice que “sin eficacia jurídica” ¿cómo se le ha quitado tal eficacia, si persiste, y en el lugar más importante del documento?, ¿si se refieren a ella en numerosísimos puntos del documento, y de las leyes y reglamentos ”autonómicos” que se han ido emitiendo?. Se permite el fraccionamiento de la soberanía “indivisible” del “pueblo español”, admitiendo un origen distinto y extraconstitucional al “derecho a decidir” de una fracción sobre el resto y queda consagrado. Se  establece la “bilateralidad” en las relaciones de esa nazión con un estado que hay por ahí al lado (que como dijo en su día P.Maragall, tendrán que inventarse un nombre para “eso”) y que ya sólo puede reconocerse, momentáneamente, como el país de BotellónPuteríoyPorro, hasta que el resto de “pueblos” dolientes, secuestrados por aquel gran mal absoluto que era España, establezcan sus “estatutos-constitución” análogos, logren liberarse, y despertar de la pesadilla a una mañana radiante y esplendorosa en que podrán, ¡por fin!, entregarse a sus respectivas expansiones territoriales.

Se quiera o no, se diga como se diga, se utilicen todos los eufemismos que se quiera, y se recurra a toda clase de tecnicismos burocráticos: si esa región es una nación, España no, lo contrario es imposible, si la población en esa regioncilla tiene soberanía, el resto de la población española no, lo contrario es imposible, y si esa administración trata en plan de igualdad al Estado vecino, es tan Estado como él (no hace falta proclamar de nuevo el “Estat Català”, ya lo es de hecho), por lo que sobre ese territorio no hay ni puede haber ya ningún poder definido por encima del que se han arrogado ellos mismos, lo contrario es imposible.Y todo eso mediante un referéndum en el que participó menos de un 50% de la población y que sólo arrojó un 70% de votos favorables, es decir, menos del 30% de la población, y que ha estado aplicándose sin sentencia favorable del tribunal Anticonstitucional, y también, se quiera o no, el voto de la población, sea el que sea, no implica la legalidad de lo votado ni lo convierte en legal.

La manifestación-protesta decretada por los Nazis catalanes por una parte está orientada al servicio de las estrategias electorales particulares de la partitocracia, que nos importan un bledo, pero sobre todo es una escenificación de su recientemente proclamado poder exclusivo. No es irrelevante, es un aviso. Las llamadas a su carácter pacífico pretenden ocultar su verdadera naturaleza: es una amenaza.

En consecuencia lo que los “magistrados-delincuentes-complacientes” (y da igual quién ha votado qué) han determinado es que el estatuto está por encima de la Constitución y la sobresee de hecho; el resto de legislación del anterior estado, que ha de someterse al nuevo estatuto, debe ser modificada para ajustarla a él. Mediante ese artificio se pasa de la antigua  “legalidad” a la nueva “legalidad” pero naturalmente cometiendo una felonía por el camino, “alguien” carente de escrúpulos ha vendido su alma al diablo.

Si quienes debían defender la Constitución la apuñalan de esta manera, derogándola de matute, han liquidado la legalidad. La legalidad ya no existe.

La situación consecuente es sólo una caricatura de legalidad que hay que mantener ante el mundo para que el actual sistema partitocrático (partidos y personajes) pueda seguir invocando su legitimidad frente a posibles, imprevistas, y desagradables evoluciones, mientras se nos impone, de nuevo, a la fuerza, un hecho consumado, ilegal, fraudulento y abominable.

Así culmina este largo, astuto, y paciente proceso emprendido por los Nazionalistas, de compra de voluntades, corrupciones, amenazas y chantajes mezclados con victimismo y asesinatos de cuando en cuando (si omitimos el pequeño detalle del 11-M, producto del ya evidente complot entre los nazionalistas, el psoe y Marruecos, y tal vez algún otro amigo, y que curiosamente, ningún partido quiere aclarar). A eso se le llamaba “hacer pedagogía”, eran los tiempos en que se aceptaba que el nacionalismo era caro, si bien el traidor español resultaba bastante baratito.

 En conjunto, dicho proceso, y en especial su fase final, constituye un verdadero Golpe de Estado.

Por otra parte la casta política que parasita todas las estructuras del poder en los múltiples y macrocefálicos parlamentos, que arruinan el país, donde encuentran cobijo una infinidad de personajillos infectos, mantiene la mascarada democrática mientras la ha vaciado de contenido degenerándola en un régimen partitocrático-cleptocrático compuesto por sinvergüenzas corruptos y saqueadores.

No solamente eso, sinó que ninguno de los partidos del sistema han vacilado en pactar con los secesionistas para alcanzar sus fines particulares, y ya sabemos que el precio de esos pactos siempre ha sido descoser España. Han estimulado el secesionismo, han mirado hacia otro lado ante los excesos de sus socios, y han preferido pagar a cualquier precio el apoyo de los mismos antes que unirse frente a las mayores amenazas a la Nación española, ahora ya, gracias a ellos, extinta.

A grandes rasgos, y muy simplificadamente, la causa de este disparate no debe achacarse al “fracaso de las elites”, como se dice, sinó a su defección en la lealtad debida a la Nación española y a la participación en su destrucción activa o pasivamente. En realidad hablamos de la inexistencia de verdaderas “elites” (en el sentido positivo del término), se trata simplemente de las minorías dirigentes que tenemos, de bajísimo nivel. Simples oportunistas.

Dicho de otro modo, las minorías dirigentes no han manifestado ninguna voluntad de defensa de la Nación, de la Constitución (aunque sea infecta), del Estado que debían gestionar y no han intentado derogar la ley electoral que les pone en manos de las exigüas fuerzas nazionalistas, estrictamente antidemocráticas antiespañolas y golpistas, a las que otorga un poder descomunal y anula el principio democrático que da igual valor a todos los votos.

Por el contrario, de una forma prácticamente explicíta y creciente, se ha fomentado entre la población el desprestigio de la Nación española e incluso se ha negado su existencia; se ha impulsado fuertemente el antiespañolismo promovido anteriormente por la “oposición” al régimen franquista al que, interesadamente, se identificó con la Nación histórica que es España, como consecuencia de la abducción de la llamada izquierda por los nacionalismos.

Actualmente la autodenominada izquierda, con el psoe a la cabeza, que no tiene que ver con la izquierda histórica de la que son sólo detritus residuales compuestos por progres radicales destructivos antiespañoles y saqueadores, y las “derechas” (encabezadas genéricamente por el pp) históricamente indiferentes cuando no hostiles a la Nación española, y también saqueadores, la han deslegitimado frente a unas delirantes naciones inventadas. Poco ha importado que España como país y como nación emerja fruto de un proceso histórico muy temprano, milenariamente anterior a la denominación de esas nuevas naciones, e incluso a la propia ideología nacionalista –de origen germánico Herder, Fitche etc.- que las ha inspirado, a la que en consecuencia la Nación española nada debe y por lo tanto no necesitó gestar, para ser, un nacionalismo español como el de éstos advenedizos que nunca fueron.

Visceralidad, odio irracional, cobardía y falta de convicciones se mezclan en esta actividad destructiva casi  frenética. Disgregar, liquidar el país, requiere previamente el fraccionamiento de una sociedad históricamente consolidada y a ello se han entregado intensamente los nazionalistas mediante sus inventados “hechos diferenciales” y al uso político, con finalidad excluyente, de las lenguas cuando han estado disponibles (en otros casos se inventan).

A ello se suma la dejación que se ha hecho de la enseñanza, entendida certeramente por la antiespaña como un bastión fundamental en la labor destructora, y que fue rápidamente colonizada tanto por los nazionalistas como por una progresía infantilode que la han degradado intensamente hasta convertirla en meros centros de indoctrinación.

Y para completar el acoso se han lanzado intensas campañas de destrucción colaterales de todos los valores que habían sido el acerbo moral e histórico de la sociedad española: ataques a la religión católica en favor de confesiones foráneas y extrañas a nuestra cultura, banalización de la sexualidad y el desenfreno hasta prácticamente promover la perversión de menores, el debilitamiento y práctica ilegitimación de la familia, así como la negación del individuo y la desvalorización de la vida humana mediante la trivialización del aborto, de hecho irrestricto, y la introducción de la eutanasia, ¿para cuándo la eugenesia?

El resultado de todas estas acciones combinadas es el decaimiento, el hundimiento moral de  la sociedad española. El último obstáculo ha sido removido.

Así pues tanto desde el “gobierno” como desde la “oposición” éste régimen partitocrático es subversivo respecto a sí mismo, respecto a las propias instituciones y la legalidad en que se fundaban, a la que debían ajustarse y preservar. Consecuentemente es ilegítimo.

El sistema político puesto en marcha a partir de la transición, ha llegado a su término, se ha agotado la dinámica que ciegamente lanzó y que ha desembocado en esto. Se inicia ahora una nueva fase, independiente de su origen, con características nuevas, en la que el retorno a cualquier momento anterior ya no es posible.

La liquidación de la legalidad y la ilegitimidad del sistema político actual hacen lícito y necesario su derrocamiento para: refundar el Estado, restituir la legalidad, restituir la democracia, recomponer la sociedad y erradicar a los nazionalismos.

Si, en general, el progreso y bienestar de una sociedad requiere, entre otras cosas, un cierto grado de lealtad y colaboración entre todos los sectores, una reacción capaz de alterar el curso dramático de los acontecimientos, como es el caso, exige la existencia de una conciencia ciudadana.

Pero mal puede hablarse de ciudadanía, que implica un cierto nivel de responsabilidad, cualificación moral y valores que la fundamenten cuando en buena proporción somos una población que carece de todo ello, en parte a causa de la manipulación y en parte debido a nuestra propia irresponsabilidad y abandono al hedonismo egoista e insolente emergido de un período de bonanza económica (sin mérito propio en ello)  henchidos de nuevorriquismo y de éste individualismo de masas que distorsiona todas las percepciones. No somos víctimas inocentes sinó más bien culpables de habernos convertido en una grey de población vacuna (pedazos de carne con ojos, de mirada obtusa) pasmarotes cobardes, grotescos, deformes, zafios y envilecidos a quienes se puede ofender, escupir e incluso ir matando impunemente.

Para muchos lo único importante es el paro y la profunda crisis que no ceja, es perfectamente entendible; para los “liberales” lo importante es que los negocios continúen funcionando con normalidad. Por razones distintas, para ambos, “lo demás” es accesorio. Pues bien, ese “accesorio” prescindible y molesto, la destrucción del país de la que todos parecen desentenderse pero que está en el origen de la crisis y la hace intratable, nos producirá más de aquello que ya tenemos: paro y penuria.

Si como indivíduos hemos fallado, otro tanto cabe decir de los numerosos grupos activos (algunos grandes): narcisistas, ombliguistas, desdeñosos de los demás, infatuados de sí mismos, lamelibranquios incapaces de unirse para plantar cara al enemigo común y a la amenaza concreta que se ha cernido sobre nuestro país. Un enfrentamiento que ninguno por sí solo podía abordar. Nadie ha estado dispuesto a abandonar sus particularidades domésticas, “derechas”, “izquierdas”, “liberalismo”, “república”… y tantas otras etiquetas ridículas para la magnitud del envite.

Ante la unidad de acción y la organización unitaria imprescindible ha faltado grandeza y voluntad.

Cada uno ha permanecido encerrado en su pequeño cascarón de autosatisfacción. Y son más culpables quienes han tenido, y tienen, más medios y capacidad.

Aquí cabe mencionar proyectos cuyo sectarismo en un caso y la falta de definición en el otro, les ha impedido aglutinar y canalizar la esperanza de muchos. Sólo nos referiremos a los dos que se han hecho más visibles: UpyD y Ciudadanos. Pero no son únicos.

A UpyD España se la suda; y como España ya no existe, suponemos que sus sudores se deben haber terminado y ya habrán alcanzado el Nirvana acariciando su confeso “federalismo” (o confederalismo, ahora ya no se sabe donde están, es un enigma). Incapaces de afrontar el problema real de la liquidación de las Autonomías, único camino posible, se recrean y debaten acerca de un regeneracionismo blando e imposible, pero eso sí pergeñado de matices y cautelas.

En cuanto a Ciudadanos, el caso es más trágico. Despertó la ilusión de muchos, decepcionó a casi todos. Iban de “no nacionalistas” y rechazaban todas las banderas…excepto las de los nacionalistas, para que no les llamaran no se qué (y se lo llamaron igualmente), su mimetización resultó un fiasco. No querían ser el “partido de la lengua”, había otras cosas importantes de las que ocuparse. Y efectivamente, no lo fueron, y al no querer ocuparse obstinadamente y machaconamente, del único problema para el que estaban allí (puesto que para los demás no hacían ninguna falta), al no querer mencionar a la bicha, no han sido nada. Se convirtió rápidamente en un amasijo de arribistas, de oportunistas bien conocidos, e incluso de criptonacionalistas. Nada.

Finalmente como tras la liquidación de España, lo que queda es un magma confuso, no bien definido, pronto tendrán que emerger las restantes, estas sí, indiscutidas e indiscutibles naciones que suponemos abocadas al choque y al conflicto, pues motivos no les faltarán (anexiones terrritoriales, cuencas hidrográficas etc…).

Todos hemos sido culpables y tenemos lo que nos merecemos.

Pero la lucha continúa, como continuó el 2 de mayo de 1808, como continuó en la época cartaginesa y romana, como contra el imperialismo británico. Jamás nos rendiremos.

Pero hace falta poner los medios.

La organización unitaria, la resistencia. La conciencia de todos, la meta única y obsesiva. La Nación y el Pueblo. Esos somos. Reflexionad.

Ya sólo queda un camino

La actual situación de degradación política, económica, social y nacional de nuestro país, consideramos que está supeditada, y es consecuencia, de la existencia y crecimiento de los separatismos y su papel en el campo político.

Afirmamos que el proyecto nacional de España, sustentado en la lucha constante por la unidad, la libertad y el progreso del Pueblo y la Nación a lo largo de la Historia con diversas fases y formas, ha sido boicoteado a lo largo de los últimos dos siglos, pero especialmente de los últimos veinte años, por los sucesivos gobiernos que han sido incapaces de dejar a un lado sus prejuicios ideológicos y circunstanciales para pensar en España como Nación y Pueblo. Desde los liberales a los franquistas, y desde los progresistas a los conservadores. Eso cuando no se han dedicado a saquear el Estado y arruinar al Pueblo.

Las ideologías, ya caducas, fueron producto de las transformaciones sociales del siglo XIX, y también fueron culpables de la implantación sangrienta y traumática de las utopías asesinas, tan alabadas. Pero hoy, “aquí y ahora” no son más que el entramado donde se sustenta la actual casta de políticos (organizados en empresas electorales o «partidos») para imperar y enriquecerse, pervirtiendo el sistema democrático.

Los OA, por lo tanto, rechazamos toda ideología, del fascismo hasta el comunismo, pasando por el liberalismo y el socialismo. Primero por ser aliadas de los separatismos, saqueadores y opresores. Segundo por ser inútiles en la lucha contra los secesionistas.

Creemos imprescindible subsanar las deficiencias de nuestro devenir histórico, causadas por los enfrentamientos y egoísmos fraccionales, y la restauración del progreso económico y la democracia, para lo cual es inevitable la neutralización del saqueo económico y la opresión política de los nacionalistas y los partidos corruptos de este sistema, oligárquico, caciquil y cantonalista.

Este sistema protoseparatista se sustenta en esos defectos en la formación del moderno Estado nacional que permitieron el surgimiento y pervivencia de los localismos y regionalismos de aire medieval, que ahora se presentan como naturales, históricos y liberadores.

También creemos que este sistema autonómico no es la expresión de ninguna situación legítima o histórica sino un invento de la nefasta II República y de las ambiciones políticas de Adolfo Suárez para integrar a los nacionalistas y que sólo ha servido para incentivarles y expandirlos por toda España. Es un verdadero virus suicida a extirpar.

( Recordemos que amplios sectores de quienes, consciente o inconscientemente, se siguen aferrando a las viejas denominaciones, así como todo el facherío progre (la progresía divina y la alpargatera) ya desde los tiempos del franquismo han sido colonizados, “abducidos”, por el nacionalismo, y hoy son sus tontos útiles, pero constituyen una fuerza nada despreciable cuando además se combina con la vesanía antiespañola de la casta gobernante.)

Simultáneamente a estas cuestiones fundamentales, otras, numerosas y graves, a las que ninguno somos ajenos, exigen la voluntad manifiesta, y la actitud decidida en su resolución. Señalamos especialmente:

El derroche económico del que hacen gala esas castas parasitarias llamadas «partidos» con el dinero público y la corrupción constante y consentida.

La implantación de absurdos y aberraciones sacadas de las manipulaciones, mentiras y utopías de los grupos de presión minoritarios como los mangantes ecologistas o los homosexuales, también infiltrados por los separatistas, que implantan una dictadura de lo “políticamente correcto” y que saquean las arcas del Estado subvencionador con la colaboración de los actuales partidos, huérfanos ya de ideologías.

La irresponsable política de inmigración que amenaza la estabilidad social y económica, especialmente la presencia de millones de musulmanes, expuestos a las proclamas del islamismo radical y expansionista. Inmigrantes además, que por interés o convicción están haciendo causa común con la política de los separatistas.

El vaciado de las esencias militares de un Ejército a medida de nuestros enemigos internos, convertido en una ONG supeditada a los intereses políticos banales y esporádicos.

La escalada anticatólica puesto que, independientemente de las creencias de cada cual, el catolicismo es además de una religión un referente de la tradición, la cultura, la Historia y la moralidad social de España. No nos cabe la menor duda que buena parte de las políticas sociales puestas en marcha últimamente están destinadas en exclusiva a socavar la cohesión social y aumentar la degradación de la persona con fines de manipulación política.

La falta de respeto a la vida y a la integridad de los ciudadanos, a los que se narcotiza con libertades teóricas que sólo proporcionan degradación social y ética. De la delincuencia al aborto, de la sexualización de la vida a la educación juvenil, del divorcio sistematizado al paro masivo.

La hegemonía, en su provecho económico y político, de una Alemania imperialista que ha construido un Cuarto Reich bajo la capa del europeísmo que en nada beneficia a los demás.

Somos conscientes de la necesidad urgente de atender estos problemas (y algunos más) pero afirmamos que estamos en una situación de emergencia nacional, como en 1808, donde se ha llegado a la aberración de prohibir el idioma nacional y natural, el español, o la Fiesta Nacional, y la corrupción y el derroche salvaje del Estado autonómico y los partidos-caciques que nos han llevado a la ruina.

Por ello la única actitud política que cabe, ahora, es la defensa de la Nación y el Pueblo españoles, dejando pospuestos proyectos políticos o sociales más detallados.

Y la única acción apropiada es la insurrección.

Y no debe darnos miedo, porque no es el “poder”, no es el “sistema” los putrefactos, es en lo que los han convertido las sectas de arribistas caciquiles organizados en “partidos políticos” que han asaltado el Estado y envenenan a la población con sus manipulaciones políticas. Como lo hicieron en su día el fascismo y el comunismo. Debemos recuperar nuestro Estado e instituciones hoy ocupadas y derruidas. No propugnamos el “antisistema”, porque no vamos contra él, sino contra quienes, en todas sus instancias, lo han ocupado, y ocupan, degenerándolo.

La acción organizada para la recuperación de nuestro Estado, nuestra soberanía, nuestra libertad y seguridad debe, ineludiblemente, aglutinarse alrededor de los siguientes principios, suficientes para dirigir la lucha sin divergencias, hasta conquistar la normalidad democrática:

1. La unidad, realidad y existencia históricas de España son indiscutibles.

Desde el pasado y hacia el futuro. Somos la nación más antigua de Europa.

2. Solamente hay una nación: la Nación Española, y una única bandera. Incluye Gibraltar, Canarias, Ceuta y Melilla.

3. La soberanía de la Nación Española es indivisible.

Es inadmisible cualquier tipo de expresión de soberanía (ni poder de decisión) que no sea la derivada del conjunto de todos los españoles. En España hay una única sociedad y un único pueblo: el pueblo español.

4. La lengua propia, nacional y natural de España es el español.

Las demás son pervivencias y errores de un defectuoso desarrollo del Estado nacional que serán considerados cuestiones privadas carentes de derecho y de consideración públicas.

5. Refundación del Estado. Derogación de la Constitución de 1978.

El sistema actual ha degenerado y ha perdido la legitimidad (si bien, es “legal”). La democracia está secuestrada en manos de delincuentes corruptos, de traidores y de enemigos de España y por los separatistas. El sistema, consecuencia de una Constitución mal hecha, no es ni reformable ni regenerable.

6. El Estado nacional debe ser unitario y al servicio exclusivo de la Nación y el Pueblo, para el cual está hecho.

Inexcusablemente deben abolirse las Autonomías y el poder caciquil y esquilmador local. El Estado es el titular exclusivo de todas las competencias y poderes, y son irrenunciables e intransferibles. El estatus de comunidades, regiones y provincias debe ser liquidado; la división administrativa debe de prescindir de residuos históricos medievalistas y obedecer a criterios puramente funcionales y racionales. La distribución y delegación de funciones tiene como única finalidad llevar a cabo las políticas del Gobierno del Estado. No se admiten poderes, ni derechos, ni privilegios territoriales. Es imprescindible poner fin al saqueo que practican los nacionalistas.

7. Los nacionalistas se declaran enemigos de la Nación española, y a la vez la niegan. Quien colabora o consiente con ellos es traidor.

Las responsabilidades de quienes han traicionado a la Nación, incluso bajo la actual y nefasta Constitución, deben ser depuradas.

8. No se admiten partidos territoriales o localistas. El nacionalismo ha de ser erradicado.

Se deben prohibir y eliminar todas sus formas y disfraces (regionalismos etc…) en las que pueda pervivir el rescoldo del irredentismo, el revanchismo y el odio a la Nación española. Los nacionalismos buscan sus reivindicaciones ilegítimas en mentiras, y además son extranjerizantes por orígenes y presupuestos.

9. Disolución de todos los partidos actuales con representación parlamentaria.

Los actuales partidos políticos del sistema, no solo han degradado la democracia y la han convertido en una farsa, sino que han propiciado y están colaborando en la desintegración de España, son, de hecho, cómplices de los secesionistas. Sus dirigentes, cargos, y miembros relevantes deben ser inhabilitados a perpetuidad, y juzgada y castigada su responsabilidad.

10. Disolución de los actuales sindicatos.

Carentes de toda representatividad real se han puesto al servicio de los poderes políticos que les dan de comer. Muy en particular están al servicio de los Gobiernos regionales controlados por los secesionistas, mezclando cualquier reivindicación laboral (cosa rara) con las consignas y símbolos de los nacionalistas. A mayor abundamiento en relación a los “sindicatos” nacionalistas, inapelablemente ilegalizados.

11. Disolución de los Ayuntamientos actuales.

Constituyen verdaderos focos de corrupción y desintegración nacional, y aliados naturales de los separatistas.

12. Disolución de las organizaciones-parásito creadas para recabar subvenciones.

Han sido parte primordial en la extensión y carácter de la corrupción. Juicio a sus responsables.

13. Confiscación de los bienes de aquellos asociados a la corrupción o el favoritismo.

14. Retirada inmediata de las fuerzas militares que estuvieren en misiones en el exterior.

15. Revisión del estatus español en la UE. Reconstrucción de la soberanía económica nacional.

Denuncia del papel hegemónico y expansionista de Alemania y su control económico.

—- o0o —-

Consideramos, por lo tanto, perentoria la necesidad de formar un «Frente de Salvación Nacional» que aúne a todos los que se oponen a la actual situación de degradación nacional y política, basándose exclusivamente en los puntos enunciados, y cerrado a todo debate interno que no se refiera más que a cuestiones de estrategia y táctica (ya hemos visto demasiados proyectos hundidos por personalismos o por infiltraciones, con sus secuelas de desmovilización, descrédito y desánimo).

Y también hay que ser conscientes de que el objetivo no puede ser conseguir escaños en algún Parlamento, pues todo partido que pretenda «entrar» en el sistema deberá «parecerse» a todo partido del sistema y a lo máximo que podría aspirar (y eso si no se tuerce, como también ya hemos visto), es a reformar el funcionamiento del Estado actual, lo que simplemente significa la muerte lenta y tal vez indolora. Dejamos de lado, por ridícula, la expectativa de la «regeneración».

No creemos que la organización deba ser obra exclusiva, ni basada en los actuales grupos existentes, la mayoría de los cuales, en su ensimismamiento y su ombliguismo desdeñoso, son más un obstáculo que instrumentos útiles.

Esta es una tarea de la ciudadanía, del propio pueblo que se organiza en pequeñas agrupaciones y se comunica y coordina con otros para, inicialmente, extender el movimiento. Es irresponsable esperar que otros lo hagan por nosotros. Solo contamos con nosotros mismos, y en esta encrucijada, quien no suma, resta.

En esta organización tienen cabida todos aquellos que asuman sus puntos y que tengan como norte el bienestar y la unidad de la Nación y el Pueblo españoles. Y no es necesario que abandonen su ideología si la tuvieren, sino que la pospongan en aras del momento de urgencia que vivimos. Las ideologías son personalismos y utopías inútiles ahora. Por nuestra parte tampoco somos neutrales ante los problemas actuales, pero los supeditamos al principal: la ofensiva contra la libertad, la unidad y el progreso de España y los españoles.

En síntesis la bandera de esta movilización para la insurrección es: la eliminación de la partitocracia, la de las autonomías y la de los separatismos, considerando que es una labor histórica y no puramente circunstancial.

Señalamos la importancia excepcional de que todos los miembros del propuesto Frente de Salvación Nacional, manifiesten de forma expresa su lealtad incondicional a éstos postulados.

Por España, por la libertad, por la unidad, por el Pueblo y su bienestar, su cultura y su futuro.

El antisistema en el poder

A la aplicación fáctica del aberrante Estatuto de Cataluña y su sistema de financiación, es decir  de saqueo, se une el aquelarre autonómico (incluidas, como el que más, las comunidades autonómas “del” PP) y el irracional, abusivo, e injusto “concierto económico vasco”. Es evidente que la chapuza de la constitución del 78 y el sistema autonómico hacen aguas y revela su verdadero rostro: un sistema de saqueo, injusticia y parálisis política y económica basado en los chantajes y dictaduras de los nacionalismos antiespañoles, que cuentan con el control y la colaboración de los medios de comunicación y la educación.

Así mismo, la intoxicación de la idea democrática por un “buenismo” (que es casi  un éxtasis místico), paradigma de lo políticamente correcto, obra de esos medios y de esa educación, ha logrado imponer una visión tan alejada de la realidad que la tergiversación del lenguaje, la distorsión de los significados e incluso de los hechos actuales, constituyen una membrana pegajosa de la que es difícil desprenderse. La virulenta descalificación por el entorno mediatizado, ante cualquier disidencia respecto a la ortodoxia decretada, llega a inducir, en muchos, la duda, la inseguridad, el debilitamiento de sus convicciones y la necesidad de refugiarse en actitudes contemporizadoras y claudicantes.

Corrompido el significado democrático, valores, instituciones, legitimidades y legalidades quedan sin contenido, y es la potente propaganda, que nos envuelve, quien ocupa su lugar condicionando las mentes (“imponiendo el discurso”, “creando” el pensamiento único) al margen de las realidades tangibles. Inmune a la “tozudez de los hechos”, introduce y afianza en el imaginario social multitud de afirmaciones e ideas espúrias que devienen verdades indiscutibles muchas de las cuales tienen un alcance meramente electoralista (así se explica, por ej. la persistencia del voto a la autodenominada “izquierda”). Pero otras, más perniciosas, de mayor trascendencia para ahormar y adormecer a la sociedad en la falsa ensoñación de lo que ya no es democracia, alcanzan casi la categoría de mitos. Entre otros, señalamos:

 El mito de la “alianza de civilizaciones”, fantasmagórica e ideologizada aproximación al “fin de la historia”, que negándose a aceptar las peores realidades que encierran “las civilizaciones” a que va dirigida (sin eufemismos: el fanatismo y agresividad del islamismo) nos entrega inermes, a medio o largo plazo, a ellas.

El mito del “diálogo” y de la tolerancia, pócima alucinógena que oculta la realidad: con la intolerancia y totalitarismo de los nacionalistas (terroristas o no, pues ambos van acoplados) lo único a dialogar y negociar son los plazos y condiciones de la cesión a sus chantajes y amenazas. El “diálogo” no supone el fin de la “violencia” sinó su incentivación y el reconocimiento de la misma como método eficaz.

El mito de que “en democracia todo es defendible, si es por medios pacíficos. Todo cabe en democracia.” (incluso los secesionismos totalitarios, incluso cuando no tienen nada de pacíficos, incluso cuando el matonismo, la violencia, y la amenaza, se adueña de las calles, incluso cuando se utiliza la democracia para destruirla desde dentro con sus mismos procedimientos…). Mito o enfermedad –“democratitis”-, deviene cierta la afirmación anterior una vez desvirtuada la democracia, conculcadas las leyes y subordinada y amaestrada la justicia al servicio de los intereses de cualquier partido.

La inmediatez y arraigo de éste último tópico, cuyo cuestionamiento hace retroceder a muchos, constituye nuestro problema principal, más que la actual crisis económica, porque el poder destructivo que ostentan los secesionistas antiespañoles condicionan en buena medida la perniciosidad de la misma. No son la “causa” primaria, pero como en todas las situaciones, y ya van muchas, los nacionalismos exacerban los problemas, vengan de donde vengan, hasta hacerlos intratables (naturalmente tienen la carota de decir que “no quieren pagar la crisis de España; no tiene porqué afectarles”, pero es que a eso es a lo que se les ha acostumbrado: ellos despilfarran y los demás pagan).

La ley electoral que les arroga sobrerrepresentación y poder es aberrante, pero no lo es menos la perversión “democrática” de que estamos hablando, que les admite, indebidamente, como partidos normales, cuando realmente no son sinó grupos secesionistas que abiertamente declaran no ser españoles ni formar parte del Estado Español, no tienen por tanto cabida –la niegan-, ni figura legal, en el ordenamiento institucional de España (de la que dicen no formar parte; son ajenos).

Su admisión en las instituciones, como partidos legales, no es “generosidad democrática” (¿significa algo eso?), sinó estolidez y papanatismo. Su presencia espúria en las instituciones democráticas españolas está enmarcada en abiertas actitudes cínicas que todos hemos visto, y su acción en ellas, también declarada públicamente, tiene como objetivos: “debilitar al Estado”, “desestabilizar al Estado”, “hacerlo disfuncionar”, es decir aprovecharse de los medios que esa democracia débil les da para destruirla conscientes de su impunidad y de la falta de firmeza y claridad democrática del sistema. Es decir, en España, dentro de nuestro ordenamiento vigente, se trata de grupos nítidamente antidemocráticos ya que pretenden destruirlo, y su actividad debe calificarse de traición.

Pero esas realidades quedan enmascaradas con el falso enfrentamiento “derercha/izquierda”, dicotomía extraordinariamente simplificadora producto de la propaganda electoralista y de la vesanía de los dos partidos principales cuya única pretensión es hacerse con el poder para, como vemos, servirse de él y no para servir a la Nación Española. No sorprende, por tanto, que niguno de ellos dude en aliarse con los enemigos declarados de ella, cuya finalidad es hacerla desaparecer.

También queda enmascarado que el medio para tanto extravío ha sido el engendro del Estado Autonómico y las “naciones” que ha impulsado, y el propio Gobierno ha estimulado, afianzadas finalmente sobre una inmensa red de intereses apenas disimulados por el teatro de las farfulladas históricas, culturales y étnicas.

Los problemas que plantean los grupos secesionistas con su negación de España y las embestidas para destruir su integridad (con la constante amenaza de referendums como coartada legitimadora), trascienden, por su propia naturaleza, los límites de los problemas que se derivan de la actividad parlamentaria democrática y no son solucionables mediante ella porque son problemas de agresión exterior que debe ser repelida contundentemente.

Nada importa que las pretensiones secesionistas se rodeen de consultas populares para presentar una apariencia formal democrática, porque cualquiera que fuese el resultado de las mismas sería ilegítimo e ilegal ya que se pretende arrebatar al Estado porciones quepertenecen a todos los españoles.

Cuando el propio Gobierno ampara, pese a su ilegitimidad, tales decisiones, cuando la partitocracia se une a los que atacan a la nación, su existencia, y su unidad, y el sistema político  les acoge en su seno dándoles legalidad, se ha introducido la subversión en el propio Estado y en el Gobierno.

Y en consecuencia, el sistema y el Gobierno actual es ilegítimo, porque no defendiendo ni a la nación ni a sí mismo (más bien fomentando su desintegración) actúa como lo que es: el antisistema en el poder.

Ahora, el antisistema está en el poder.

Nada podemos esperar del sistema actual salvo el desastre, ni tampoco debemos deslumbrarnos con la aparición de nuevos partidos que se integran en el mismo, aunque no debemos rechazarlos  (antes apoyarlos) en la medida en que puedan representar un avance en la lucha, pero frente a la ilegitimidad institucional realmente no nos queda otro camino:

¡Unidad, organización, insurrección!

Unidad por la unidad nacional y la libertad.

Los aprovechados y los inertes

Los acontecimientos a los que nos enfrentamos dan la medida del carácter de cada cual. Ahí tenemos a los sindicatos frente a la crisis económica: atacar a “la derecha”, defender sus privilegios de funcionarios como institución del sistema (¿alguno no sabía que cobran por gestionar a las empresas el cierre y los ERE?), exculpar a un gobierno que no ha hecho absolutamente nada contra la crisis (que incluso la negaba), que miente, manipula y distorsiona, que de hecho destruye la economía nacional mientras pasa un día más en el poder y sus chanchullos. Como todos.

Como el Rey, que nada ha dicho del boicot al Himno Nacional y a su persona, rodeado de banderas independentistas. Como la Federación y el Comité de Disciplina: mudos absolutos. Si lo hubieran hecho los Ultra-sur saldría en las portadas de todos los periódicos e informativos. Eso sí que lo habrían criticado los sindicatos, que, a su vez, no tienen empacho en dedicarse a apoyar, y a exigir, las imposiciones lingüísticas (y todos los desmanes) de los separatistas nazis, un tema vital para el interés de “los trabajadores”, coletilla que indecentemente aplican siempre como mantra legitimador para encubrir su única actividad de colaboradores con el opresor nacionalista, que ese sí que atenta contra el interés real de los trabajadores (esa cosa que los autodenominados sindicatos desconocen porque jamás han visto ni uno).

Qué decir del resto de fuerzas políticas. Los progres con sus rollo-negocios ecologistas, gays, etc… como si la crisis no fuera con ellos. La derecha que piensa ganar sin esfuerzo dada la incompetencia de la exquierda o lo que sea (en todo caso aún peor que la vieja izquierda estalinista de siempre), y tan infecta y vendida como ésta.

Otros aprovechados se hunden; tal es el caso del Partido de los Ciudadanos, que tienen que ver como la mesa del “parlamento” regional, dirigida por ERC, dirime en su pleito. Un fin lógico para quienes tanto empeño pusieron en no ser calificados de “españolistas” (pretendían ser “no nacionalistas”; habría que preguntar a los nacionalistas qué significa eso), y cuyo proyecto nació viciado, e indefinido, en origen, por ello. Ahora irán a llamar a la puerta de UPyD para no perder el escaño. A eso conducen los constantes incidentes relacionados con numerosos personajillos (entre los que destacan Domingo y Robles) y esas actitudes que hemos señalado en diversas ocasiones y sobre las que no vamos a insistir. Pero no lo olvidamos. El movimiento de resistencia y los que se sacrifican por él no merecen estos desprecios y egoísmos que tanto abundan y que le desbaratan (¿a posta?).

No podemos dejar de mencionar, con dolor, las crisis demoledoras en que se han sumido la AVT y el FE, otrora puntales de la rebelión cívica, cuyas multitudinarias manifestaciones (posteriormente patrimonializadas o atacadas por los infectos partidos) mostraban un anhelo que desbordaba claramente los límites de las convocatorias… o precisamente por eso se ha inoculado el “virus”, para que no vuelvan a darse (como cuando las manifestaciones por el asesinato de Miguel Ángel Blanco, en que todo “el sistema” reaccionó en bloque “para que no volviera a suceder”, no el asesinato, sino la manifestación no controlada).

¿Y UPyD?, pues también anda aquejada de la misma carcoma.

Sean cuales sean las circunstancias concretas, los detalles o las apariencias, se aprecia nítidamente un proceso subrepticio de desactivación de todas las iniciativas, que, aún incipientes y débiles, pudieran parecer una amenaza potencial. El sistema se apresta.

Por eso hemos insistido, y seguiremos haciéndolo, en la absoluta necesidad de la unidad, y la generosidad en ella. Porque, contra lo que nos enfrentamos, fuera de la unidad no hay nada.
¿O alguien cree que los nazis que ya tienen en la mano la primera fase de sus objetivos (ahora ya procede la “expansión territorial” y las “limpiezas” menos sutiles), así como la legión de oportunistas, a cual más sinvergüenza, encaramados en las “presidencias” taifales, los “ministerios” taifales, las “embajadas” taifales etc… y sus enormes redes clientelares aferradas a esas ubres tan generosas –aún en plena crisis-, se van a dejar quitar por las buenas (es decir “democráticamente”) la mamandurria?. De ninguna manera; lucharán desesperadamente si algo amenaza su chiringuito. No les importa nada lo que se lleven por delante; los miserables son así.

Entre tanto, ha transcurrido el tiempo y lo que hace unos años eran vaticinios muy verosímiles, hoy son realidades gracias a nuestra inacción, porque el país, de hecho, ya está desmembrado, si bien, no formalmente. Algunos, prepotentes, decían que no había quien moviera la Constitución. Y en efecto así es; nadie la ha movido ni nadie se va a molestar en hacerlo: simplemente, pasan por encima o por los lados, sin ni mirarla, porque ya no es ni papel mojado.

Ahora hay un montón de constituciones, que esas sí son de inexcusable cumplimiento, impuestas opresivamente mediante trapicheos o por la fuerza del rodillo totalitario nacionalista (y sus colaboradores y cómplices: el facherío progre), que nos ahorman con sus simbolitos-basura, trapajos de cocina a los que hay que adorar y ridículos lenguajes inventados para marcar, como a las reses, con el hierro de la ganadería.

En este proceso de imposición y opresión por unas minorías nazis y unos oportunistas carroñeros, la mayor parte de la culpa es nuestra. Hemos sido, y somos, sus mejores colaboradores, y por ello, tendremos nuestro merecido.

Al punto que ya se ha llegado, la pretensión de “reformar” y de “regenerar” el funcionamiento de las instituciones suena a rigodón. Cuando la legalidad-legitimidad ya ha sido quebrada no se puede reconducir la situación por métodos normales. Ningún pequeño partido, ni solo ni coaligado, durará el tiempo necesario sin explotar o ser explosionado.

Es imprescindible una amplia y sólida base: la rebelión ciudadana aglutinada en un movimiento que materialize la defensa de la unidad y existencia de España y la erradicación de los nacionalismos como objetivos únicos, sin más matices ni disgresiones laterales quedeben posponerse hasta haber logrado la normalidad básica que permita el juego político ordinario, democrático, y que implica ineludiblemente: el desalojamiento de la casta política actual y de todas las instituciones satélites del sistema (falsos sindicatos etc…), la abolición de la Constitución, la refundación del Estado, y la liquidación de las autonomías.

Es tarea que debe ser llevada a cabo, sin dilación, por todos los grupos activos quienes, con generosidad, entendiendo la perentoria necesidad actual, dejen de lado momentáneamente sus legítimas visiones particulares para construir, aglutinar, difundir, expandir, yhacer visible el movimiento cívico que marque la agenda de la acción política e impida desviaciones divisivas y esterilizantes.

Es evidente que las soluciones se logran por aproximaciones sucesivas, pero sólo valen la pena aquellas que supongan un avance en la lucha, un paso adelante, no si nos limitamos a dar siempre las mismas vueltas a la noria.

Cuando es vital la unidad, no podemos permitirnos tanta dispersión (e incluso la confrontación inútil entre unos y otros), no es posible seguir repitiendo los mismos errores, caer en las mismas añagazas, malgastar oportunidades y desmoralizar, porque eso es lo que todos nuestros enemigos quieren y no se lo hemos de facilitar.

El enemigo está enfrente y al movimiento no hay que traer más voluntad que la de servir a la causa común.

Unidad por la unidad nacional y la libertad.

Personalismo, faccionalismo, ombliguismo… traición

A finales del mes de abril el diario “Minuto Digital” publicó una acerada crítica contra UPyD y a favor de Ciudadanos, partido que está siendo fuertemente contestado por parte de la COPE y “El Mundo” con motivo de su alianza con la coalición “Libertas”, acusada de extrema-derecha.

No vamos a entrar en banderías divisorias, ni en luchas personales entre “personajes” y “medios” que no sabemos, ni nos interesa, qué se disputan, pero que nos perjudican a todos.. Como en el mismo caso de la crítica a la UCE (Unificación Comunista de España) por parte de la web “El Revolucionario”; queremos hacer un llamamiento a la unidad.

Unidad no retórica sino basada en la identificación de un enemigo real y potente: la dictadura encubierta de los nacionalismos disgregadores, apoyada por fuerzas del llamado “progresismo” y la tibieza y complicidad de los conservadores.

Por más que se juzgue imposible o irreal, lo que se requiere ahora es la unidad en la defensa de España. No es ninguna abstracción, sino una necesidad concreta para los muchos que nos resistimos a caer en las garras de las envilecidas sociedades totalitarias de las proto-nacioncillas que crea el nacionalismo integral, imponiéndolas a la fuerza a porciones de la otrora sociedad española, fraccionándola, y en las que ya se aprecian nítidamente los subrepticios procesos de “limpieza”, el crecimiento (ya exagerado) del odio “etno-cultural” (la moderna cobertura del racismo y las superioridades raciales), obra de la escuela nacionalista, la discriminación, por la imposición de la más opresiva homogeneidad, y la aceptación, y amparo, indecente, del asesinato a pequeña escala (…por ahora).

Por eso, por la libertad, y por la igualdad, a nosotros, contrariamente a lo que dijo aquél (¡para una vez que se les escapa la verdad!), España NO nos la suda.

Todo lo que no sea lucha contra ese enemigo de modo unitario es personalismo, faccionalismo, ombliguismo… más exactamente: traición.

Si el régimen autonómico ofreció abundantes oportunidades a una emergente casta política de ínfimo nivel carente de todo escrúpulo, y despertó la ambición de miles de arribistas no menos indecentes, creando una inextricable red de intereses férreamente trabados, también ha dejado a su paso numerosos cadáveres.

Y en el magma desordenado (¿y desorientado?) de los numerosos grupos, y pequeños nuevos partidos, que pueblan el movimiento de resistencia al nacionalismo buscan su oportunidad los nuevos viejos políticos y sus acólitos, y los medios que “ramonean por estos barrios” haciendo de ellos escenario de sus particulares controversias, con el consabido y cansino estilo intrigante y marañero que nos lleva al perverso resultado de hundir iniciativas al elevado coste de defraudar esperanzas, de desmovilizar (justo lo opuesto a lo que nos conviene) y de extender el desánimo y el hastío.

Necesitamos algo nuevo, un cambio “real”. Pero mientras tanto ya sabemos con qué material humano lidiamos: que si uno ha abrazado a Fidel Castro, que si otro apoyó a Pinochet, o al Opus, o a Stalin. Si el proyecto Ciudadanos está desvirtuado y finiquitado es algo que emergerá por sí mismo. Si la UPyD está lastrada por sus parámetros progres ya le pasarán factura los electores. Si AES tiene un perfil excesivamente conservador o católico no lo apoyarán otros sectores. Que si la UCE es trasnochadamente maoísta, que si la abuela fuma…

Pero la valía de una opción política para nosotros se mide por su capacidad para hacer avanzar al movimiento de resistencia a los nacionalismos y fortalecer la unidad nacional. Y todas las demás luchas o maniobras son secundarias. Así debe ser.

Porque la teórica racionalidad de las luchas y posicionamientos políticos de los distintos grupos ha quedado truncada por la naturaleza del contexto en que nos encontramos de quiebra de las reglas racionales del juego ante la brutalidad de los hechos: desobediencia, negación, y ausencia de la Constitución (por mala que sea) en amplias zonas del país, cuya legitimidad se desvanece y aparecen nuevas legitimidades espúreas, burla e incumplimiento de la ley abierta y sistemáticamente, aterrorización de la población mediante el asesinato (aceptado bastante descaradamente como método “admisible” o “entendible” -incluso por una parte de la “Iglesia Católica”!-) y el matonismo callejero, tribunales y jueces que…, todo al amparo de la criminal dejación, que ante las vulneraciones, han hecho, sistemáticamente, los sucesivos gobiernos de la democracia (no sólo el actual).

Lo racional en estas circunstancias es posponer legítimos intereses particulares en favor de la imprescindible solidaridad, unidad y apoyo mútuo incondicional. La lucha individual, aislada, frente a ese enemigo común, solo conduce a la derrota.

Algunos, “políticamente muy correctos” o elegantemente “buenistas”, pueden sentirse “incómodos” tomando partido por “un bando”. Olvidan, o no quieren ver, que, pese a quien pese, son los nacionalistas quienes han trazado los dos bandos, ellos han definido abiertamente que “quien no está totalmente con ellos, está totalmente contra ellos”. Se pretende prescindir de que el nacionalismo no es una ideología política racional, “normal”, una más, se subvalora e incluso se niega el fanatismo totalitario que le es consustancial.

No hemos, pues, creado o elegido el “bando”, nos ha sido impuesto. Puede no reconocerse, es perfectamente válido, pero los que persistan en su soledad, por esta especie de elitismo exquisito, serán arrollados por la realidad de los hechos. Demasiado tarde. Demasiado perjuicio a todos.

Puede decirse, desdeñosamente, que todo esto no son más que lugares comunes en los que todos estamos de acuerdo. No es así: los hechos hablan muy claro.

Mientras tanto lo importante es que todos caminen en la misma dirección.

Pero…¿lo hacen?. ¿O se trata simplemente de una argucia mitinera y propagandística a las que ya estamos habituados?

¡¡Que enemigo sólo hay uno y vuestros tiros han de enfocarse hacia él!!

 

Ahora

Ante la situación política y económica que atraviesa hoy España, nuestra nación, los NOA invitamos a todas las organizaciones y grupos del movimiento de resistencia a las tiranías nacionalistas y los cómplices que los sostienen, a iniciar una campaña sistemática y constante, con los medios y métodos de que cada organización disponga, para exigir y promover la liquidación del sistema de saqueo autonómico y la corrupción generalizada: la supresión de las autonomías.

1. El movimiento antinacionalista no existe para proporcionar salvaciones a problemas secundarios, no está para reformar la Seguridad Social o controlar la filoxera, sino para ELIMINAR el problema de los nacionalismos, de su colonización política, cultural y económica, y de la agresión a la cohesión nacional de España.

Los términos “derecha” e “izquierda” no tienen aquí mucho sentido. Y fuera de aquí creemos que tampoco, a menos que los sostenga el interés por el maniqueismo político, la manipulación, o la fe egocéntrica del fanático.

2. El movimiento de resistencia aún se niega a reconocerse como tal. Deberemos dejar que las organizaciones de la corriente más visible, o si se prefiere “principal”, tal vez no la más integradora, pero sí más “moderada” y conocida, desarrolle sus éxitos electorales mientras los demás seguimos desarrollaando no sólo la resistencia sino que trabajamos en lo que, en parte espontáneamente, ya está ocurriendo: el resurgimiento de la conciencia nacional.

3. Toda la labor práctica del movimiento debe dirigirse a encauzar unitariamente los esfuerzos y enfocarlos sobre el verdadero problema por encima de todos los demás: los nacionalismos y el irracional Estado de las Autonomías (fruto de una Constitución mal hecha, deforme) elementos intensificadores (y en buena parte responsables), de la actual debacle económica en España, y del despilfarro institucional, como es público y notorio.

4. Nuestra meta, consecuentemente, no puede ser una reforma ni una regeneración ilusorias, sinó un cambio radical en la configuración del Estado que subsane las deficiencias, y lastres, del pasado en el proceso de construcción del Estado-nación moderno y la eliminación real de las tendencias separatistas en sectores desleales de la población.

Esta labor sólo puede hacerse de modo interdisciplinar, es decir abordando las ramificaciones económicas, políticas, sociales, culturales y estructurales.

No hay otra meta ni la queremos. No nos conformamos con menos, no nos conformamos con dejar dormido al virus.

5. Somos conscientes de que los discursos y campañas de nada sirven si no van acompañados del bienestar y la compensación económicas, pero toda disyuntiva o discrepancia debe quedar apartada en pro de la meta principal. Deberemos insistir en que el saqueo economico por abajo (CCAA) y por arriba (el imperialismo alemán (con el norteamericano detrás) encarnado en la pantalla de la UE) es el principal culpable del empobrecimiento de la vida de la población.

Estas son las tareas a afrontar como grandes ejes que enmarcan las luchas cotidianas. Y por encima de todo, generosidad en la necesaria unión. Ciertos personajes y grupos están dando un espectáculo lamentable con su altanería y rechazo.

El ciudadano y la política

En todas las elecciones, las encuestas previas arrojan los mismos resultados. Preocupaciones principales de los ciudadanos: paro, delincuencia, inmigración (de hecho son todas la misma: inseguridad con respecto al futuro).

Lo que se omite es que todas estas preocupaciones cotidianas no se traspasan al campo político. A la hora de votar, el ciudadano ingresa en un mundo distinto al habitual, donde reinan las supuestas “identidades” políticas y su críptico lenguaje. Y el ciudadano vota en base a tales identificaciones.

Se trata de identidades (o identificaciones) formadas por la predominante en el entorno social y laboral propio, por sueños de pertenencia, por rasgos asumidos ideológicamente, por ansias de compensación psicológica… Son esos 20 millones de votos fijos, cautivos, que nada tienen que ver muchas veces con actitudes reales, con posiciones sociales reales, con conciencias ideológicas, aunque la política avasalladora y utópica del ZPSOE esté logrando (ya lo predijimos) movilizar y concienciar a sectores antes apáticos o inconscientes.

Lo que busca el individuo en cada acto de su vida, costumbres, actitudes, símbolos… es dotarse de “identidad”, afianzando en él esas características grupales, sociales. De manera que los ropajes culturales y simbólicos son mucho más importantes que las posiciones ideológicas en sí mismas, propiedad sólo de minorías.

Instamos a los partidos y organizaciones mayoritarias en el movimiento de resistencia a las tiranías nacionalistas a no soslayar o avergonzarse de reivindicar la unidad nacional y la nación española como valores en sí mismos, a no dejarse amedrentar por las acusaciones de los separatismos de “nacionalismo español” inexistente y absurdo.

Porque sólo esos símbolos proporcionan el imprescindible aglutinamiento del movimiento de oposición al nacionalismo; cualquier otra discrepancia ha de ocupar un lugar secundario en estos momentos. La saña con que son perseguidos y denostados nos dan la medida de su valor y la amenaza que representan para esa casta de personajillos infectos e irrelevantes que han encontrado en la disgregación del país la oportunidad jamás soñada, porque son producto directo de este sistema “autonómico” (configurado por una Constitución y una Ley Electoral aberrantes) que no admite reforma ni regeneración.

Las manifestaciones celebradas hasta la fecha dicen bien alto bajo qué emblemas se va a forjar la unión del movimiento: los símbolos nacionales unidos a los conceptos amplios de democracia y libertad. De este modo y no de otro.

Haciéndose perdonar

La manifestación convocada por el Partido de los Ciudadanos el 28 de septiembre en Barcelona ya fue precedida de polémica en los blogs del movimiento sobre ciertas declaraciones contrarias a la presencia de la bandera española (la primera bandera nacional que se alzó en esta manifestación fue enarbolada por nosotros, los NOA, y se hizo un vacío alrededor del grupo -como habían hecho tiempo atrás en una de las manifestaciones de la AVT en Madrid-, después aparecieron otras, seguramente de organizaciones distintas a Ciudadanos, y tuvieron que tolerarlas).

Análogamente ocurrió con la concentración del 22 de Noviembre frente al CAC (el organismo censor-represor de los medios de comunicación del totalitarismo nacionalista), para la que los blogs afines (¿sólo afines?) pedían un “mar de banderas nacionalistas que ahogara las hipotéticas banderas españolas que hicieran acto de presencia”, pero no ocurrió así, lo cual es significativo.

Y eso a pesar de que el partido parece querer paliar su crisis enfocando la labor parlamentaria en el tema que debería ocuparles preferentemente: la tiranía nacionalista que nos oprime. Pero pese a su expresa supuesta “indiferencia” a “las banderas”, se refieren naturalmente a la española, nada dicen de no llevar banderas catalanas, o pancartas en catalán. No se dan cuenta de que en el otro bando (sí, bando) no les interesa la mano ofrecida más que para escupir en ella. Si es cierto que los trapos coloreados no sirven de nada ya, no es extraño que coincidan, en la práctica, con EA (que se opone a colocar la bandera nacional pese a la sentencia del TS) porque “la bandera española no concita el consenso exigible en una sociedad democrática”, pero los trapos nacionalistas si, esos no molestan o molestan poco.

Nos recuerda esa postura a la de aquél efímero grupo procedente de la “Asociación por la Tolerancia” que se dedicó a pintar “ñy” en un vano intento de resolver su esquizofrenia imposible.

Pero el síndrome de Estocolmo, o el de «hacerse perdonar» no ser nacionalistas, permanece inoculado. Y más que eso, afirmamos que el criptonacionalismo incrustado en su seno está en el origen (oculto o negado) de sus problemas e inestabilidades aunque se presente con distintas apariencias. Lo mismo ocurre con las secciones territoriales (o como se las quiera llamar) de cualquier otro partido, como UPyD, que pretenda implantarse en territorios dominados por el nacionalismo; las tácticas (y las maniobras concretas) podrán diferir, pero los resultados son siempre los mismos: trabas, dificultades, escisiones espúreas etc… todo lo que pueda llevar a la inoperancia y, eventualmente, al colapso. Sólo con una definición clara y contundente puede cerrárseles el paso.

Y a propósito de las banderas, queremos, de pasada, señalar un incidente acaecido en la concentración contra el CAC, que obviamente no ha sido mencionado. La policía autonómica, “Mozos de Escuadra” (sí, los que fundó Felipe V), se abalanzó contra un joven que llevaba un largo mástil con DOS banderas nacionales y un cartel encima que identificaba al CAC con la esvástica nazi. El pretexto era el cartel y que éste “ponía nerviosas a algunas personas”.

Curioso, porque había otros carteles similares.

¿Y a quién “ponía nervioso”?. O fue una excusa para atacar aquellas dos banderas españolas (para ellos enemigas) que ondeaban tan altas, por orden superior. ¿O una provocación?. O bien se trataba de una queja directa de los del Partido de los Ciudadanos, a cuyos cargos y a algunos militantes no les gusta acercarse a nuestra bandera (sí a la catalana), a pesar de su actual política parlamentaria.

Bien, que sigan centrándose “en las personas” y dejando el campo libre a los símbolos (y los conceptos básicos, colectivos) del enemigo, que sigan cargándose el proyecto del movimiento de resistencia contra la tiranía nacionalista y sus aliados zetaperos, que eso es, hasta hoy, Ciudadanos y en eso parece que lleva camino de convertirse UPyD, por obra de los mismos infiltrados “progresistas solamente” que se cargaron el proyecto de Ciudadanos tan largamente gestado.

Nosotros seguimos gritando quiénes somos y contra quienes luchamos. Y no son entelequias. Se trata de conceptos fuertes: España y libertad. Y nada más. ¿Sabéis vosotros quiénes sois y por qué lucháis?. Esperemos que sí (y que sea verdad).

¿Se definirán algún día sin tapujos ni medias palabras que puedan interpretarse de forma distinta según la coyuntura?.

En sus actuales discursos parecen haberse dado cuenta (¿mero oportunismo?, ¿convicción?) de que lo que moviliza, lo que la gente realmente espera es la actitud con respecto al nacionalismo, y no otras cuestiones cuya importancia frente a aquél son muy secundarias, pese a las apariencias y urgencias del momento, pero que en definitiva comprometen muchísimo menos, en especial cuando no se las vincula con el nacionalismo (que crea unos problemas, y agrava hasta extremos inauditos todos los demás, lo que es más perceptible en estos tiempos de crisis económica).

Pero eso son sólo los discursos en los mitines y poco más, porque luego la propia naturaleza de esos partidos (“regenacionista” el uno, “no nacionalista”, o indefinido, el otro) les lleva a atemperarse y a actuaciones algo morigeradas, o por ser más educados, “posibilistas”, guardando un cierto grado de “corrección política”, que los hace más efectistas que efectivos, y ello independientemente de que sus manifestaciones levanten algaradas entre los nacionalistas, pero no es por los contenidos “en si” de la acción real de esos partidos, sinó porque forma parte de la estrategia maximalista de los nacionalistas (quienes se preocupan muy poco de “ser políticamente correctos”): ultra ofenderse por cualquier cosa que les roce, expresar con la mayor virulencia esa mezcla de victimismo, ira, y agresión, con la que hasta ahora han logrado amedrentar, y paralizar, a quienes se han atrevido a señalarles

Las buenas intenciones no bastan en política, y menos con gente que proclama abiertamente eso que en lenguaje “políticamente correcto” llaman “asimetría”, es decir desigualdad ante la ley, opresión y saqueo. Con la mentira y el ocultamiento no valen las medianías.

Cuando hace bien pocos días las JERC convocaban el aquelarre antiespañol del 6 de Diciembre, Ciudadanos sentenciaba que “estas actitudes les acercan peligrosamente a comportamientos extremistas y totalitarios”… entonces ¿ahora qué son?, ¿así creen que se enfrentan al nacionalismo?, parece como si vivieran en una irrealidad, esa actitud tan “condescendiente” no les corresponde a ellos, sinó a los nacionalistas que son quienes detentan el poder; Ciudadanos no es más que el actual muñeco de pim-pam-pum de las bandas de matones nacionalistas (en absoluto al margen de los partidos “oficiales”), y así lo han sufrido ya en sus propias carnes en repetidas ocasiones. Y ahora ya les llaman “ratas” (¡que coincidencia, lo mismo hacían las bandas de matones de las SA con los judíos!). ¿Qué más se necesita?. No estamos ante meras provocaciones, “pelillos a la mar”, sinó ante la evolución lógica de un proceso en el que los totalitarismos ven (tal vez, y para nuestra desgracia, acertadamente) en la moderación y la actitud dialogante, debilidad, sumisión, y falta de voluntad para el enfrentamiento.

Y más ambigüedades. UPyD no acudió oficialmente a estas pequeñas movilizaciones. Suponemos que por cuestiones políticas de “equidistancia” con Ciudadanos. Eso de la equidistancia lo dominan bien Ciudadanos, ya cuando estaban en la Asociación por la Tolerancia, aunque finalmente siempre terminan tirando para el lado del enemigo, pese a que igualmente les llame “franquistas”, “fachas” y “españolistas”,

Esa manía de tirar contra el más cercano a uno mismo es la ponzoña que corroe todo movimiento. Ciudadanos con UPyD, estos con los demás, y los demás con los grupos “menores”, pero no menores en actividad, andan más ocupados en ningunearse que en trabajar por la unidad del movimiento de resistencia.

Parece que luchan por ver quién es más “no-nacionalista” y menos antinacionalista, o sea, más “políticamente correcto” según los nacionalistas y sus cómplices.

Guste o no, el sistema autonómico no es reformable ni regenerable, no puede funcionar de otra forma, no ha servido para aplacar y desactivar a los nacionalismos, y es la consecuencia inexorable de una Constitución muy mal hecha que los ha incentivado, que ha hecho que el propio Estado los arrope aunque se dirijan contra él mismo, y que encima no rige en los territorios dominados por el nacionalismo … y casi que tampoco en los demás.

Denunciar el sistema autonómico y proponer su liquidación no es puro radicalismo, es una exigencia de racionalidad, de supervivencia para la libertad y la igualdad. Que nadie sea tan ingenuo para creer que las autonomías (verdaderas cuevas de Alí-Babá), van a devolver competencias al Estado, así, sin más. Obviamente la liquidación de las autonomías implica, necesariamente, la liquidación de éste Estado, de arriba abajo, pero eso ya se hizo en la “transición de la ley a la ley” (como se dijo), ¿quién se hará ahora el “hara-kiri”?.

La prostitución del sistema político (de los partidos que lo sustentan y se benefician) y la corrupción y tergiversación del lenguaje nos lleva a aceptar, como si de un tabú se tratara, que “en Democracia, todas las ideas son respetables”. Y no es así, aún en Democracia, o precisamente en Democracia “no todo vale”: no todas las ideas son respetables, no se puede tolerar a los intolerantes, no se puede admitir que en nombre de la Democracia se vacíe ésta de contenidos desde dentro, que es lo que hacen, y han hecho, todas las ideologías totalitarias como los nacionalismos (por más que se declaren, hipócritamente, demócratas; también Hitler, su predecesor, lo era, y logró el poder “democráticamente”, y así bastantes otros), ni tampoco vale que se corrompa el principio de “un hombre un voto” al hacer, gracias a la impagable Ley Electoral, que no todos los votos valgan lo mismo (compruébense cualesquiera resultados electorales: pura desvergüenza, la antidemocracia).

Brevemente, el nacionalismo integral debe ser erradicado y prohibido.

Pero pese a todas las deficiencias e insuficiencias, valoramos positivamente la existencia de esos partidos que, más mal que bien, canalizan las ansias de parte de la población harta de ser humillada e insultada.

Lamentablemente son mayores las expectativas que crean que las realidades que propugnan. La actitud combativa capaz de colmarlas debe reflejarse en el contenido ideológico y conceptual de esos partidos o de otros que pudieran surgir y que supongan un paso más allá, es decir con capacidad para liderar el movimiento de oposición al nacionalismo.

En ese sentido afirmamos que existe un vacío; gracias al abandono de símbolos y contenidos de “la innombrable” éstos quedan a merced de grupos o partidos impresentables (como DN y otros similares) que ramoneando en los márgenes del sistema simplemente se los apropian sacando provecho de ellos con finalidades oscuras que en nada suponen ningún progreso.

Un movimiento que no se atreve a levantar su bandera y ser beligerante está muerto políticamente. Y esa bandera ya ondeó y ondea en las manifestaciones de la AVT.

Los ejes de unidad del movimiento de resistencia-IV: Protección de la población frente a entelequias

Ante la posibilidad de no ser suficientemente precisos en las propuestas políticas y organizativas que realizamos en nuestros comunicados, consideramos necesario formular los ejes básicos imprescindibles para vertebrar el movimiento de verdadera y efectiva resistencia a las tiranías nacionalistas y a los cómplices institucionales que las sostienen:

  • Defensa firme de la unidad nacional y del carácter de nación de España, de su cultura y de su historia.
  • Derogación del “Estado de las Autonomías”, fuente del poder de los nacionalismos y aberración política y económica. Lo que requiere propugnar la modificación de la Constitución, en éste sentido, y cambiar la Ley Electoral
  • Regeneración democrática en profundidad frente al sistema oligárquico de los partidos anquilosados.
  • Instauración, en todos los temas, del principio de protección de la población frente a entelequias políticas y derechos intermedios ajenos a las personas y a la colectividad del pueblo.

En éste documento proponemos un examen sucinto del cuarto punto, sin la pretensión de considerarlo cerrado, antes al contrario, agradeceríamos vuestras reflexiones y análisis para en una ulterior síntesis alcanzar una plataforma interpretativa común.

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La Utopía

Utopía es una palabra muy utilizada por todo tipo de charlatanes, desde políticos hastas cantantes, poetas y literatos. La utopía es una construcción teórica sobre la sociedad ideal. Se aplica a conceptos filosóficos y sociales, preferentemente a los de libertad e igualdad.

Hasta la fecha la aplicación práctica en pequeña o gran escala, ha terminado mal. El intento de encajar el carácter natural humano en el molde utópico ha generado nada más que aberraciones, represión, genocidios y miseria. Ya decía el escritor conservador Ángel Ganivet que los experimentos había que hacerlos sólo con gaseosa (porque sino las personas mueren).

La vida física y psíquica del ser humano se compone de egoísmos y altruismos alternados y ambiguos, cualquier rigidez al respecto provoca sólo autorepresión y tiranía.

Pero en el actual momento político de decadencia de los viejos modelos y las antiguas ideologías, la utopía deviene en tabla de salvación progresista o conservadora, asumida sin perder el paso en el trasvase de la defensa de las ya viejas dictaduras (Castro, Pol-Pot, Sadam, Pinochet, Hitler, Stalin, Lenin, Marx, Spengler, Jungre…) a las nuevas represiones “políticamente correctas”.

Las nuevas utopías son el aterrador horizonte ecologista, el provechoso buenismo oenegero, el globalismo salvador o los neopopulismos esperpénticos. ¿Quién paga siempre los resultados desastrosos de los experimentos y de las luminosas revoluciones?: la población, con su vida, su prosperidad y su libertad.

Pero la utopía queda bonita, destila buenos sentimientos desde el exterior, genera identidad, compromisos, altruismo, y sobre todos autocomplacencia. La fe, esperanza y caridad de los clásicos valores cristianos.

Estamos hablando de verdaderos movimientos sociológicos que contribuyen a movilizaciones políticas. Desde el férreo idealismo militante del comunismo a la pijería “políticamente correcta” de las ongs y el ecologismo.

Transformados en ideologías y lenguajes del poder, muestran ahora su verdadero rostro integrista y corrupto. Analizamos los valores que dicen defender y cómo se transforman en instrumentos de opresión y terror.

Ya en la época romana se decía “Libertas est potestas faciendi id quod Jure licet” (“La libertad es la facultad de hacer lo que el Derecho permite”) y “Libertas omnibus rebus favorabilior est” (“La libertad es la más preciada de las cosas”). Siglos después, en 1957, la famosa conferencia del pensador Isaiah Berlin, “Dos conceptos de libertad”, fijaría los dos caminos que la tan traida y llevada libertad generarían y que en el siglo XX han justificado dictaduras y genocidios.

Berlin definió la libertad de interferencia en los asuntos personales limitando el poder estatal como libertad negativa, y la positiva como libertad para generar un bien mayor. Esta última ha aplastado a la primera incluso cuando la primera parece dominar nuestra individualista sociedad moderna.

Todos los sabios de la Edad Moderna, de los renacentistas a los iluministas, de los radicales a los utilitaristas, han creado su utopismo social: Bacon, Lessing, Condorcet, Saint-Simon, Owen o Fourier, y como últimos intérpretes, Hegel y Marx, profetas del último cataclismo revolucionario inevitable y arrollador que salvaría a los pobres e ignorantes seres humanos de sus defectos y miserias y los llevaría hacia la felicidad.

La Libertad

Libertad es conocimiento, y este nos muestra nuestras limitaciones y errores justificados por la conciencia de la ignorancia humana, propia y ajena, y así llegamos al deseo de revolución, de un ámbito mayor, y de una libertad general que nos supera y ante la que debemos prostrarnos: “El triunfo del despotismo es forzar a los esclavos a declararse libres”   (rechazamos aquí que las masas gaditanas que gritaban “Vivan las cadenas” mostraran simplemente una defensa ciega y fanática del absolutismo. Más bien se trataba de una defensa de los derechos comunitarios que tenían en el Antiguo Régimen y que en el liberalismo serían eliminados a favor de una hipotética e intangible “libertad de mercado” que nada representa para quien nada posee. El desarraigo y el descenso del modo de vida que supuso la industralización pueden darnos una indicación de lo que intuían tanto esas masas “absolutistas” como los «enragés socializantes” de la Revolución Francesa).

Así que “el fantasma de la libertad”, “la utopía de la libertad” termina generando el liberticidio, la conculcación de las libertades reales en pro de la nación, la humanidad, la clase, la raza, la razón, el pueblo o la Historia. Como en la Revolución Francesa, la “voluntad de todos” termina sustituida por “la voluntad general”, con sus intérpretes profesionales y sus sacerdotes ungidos en nombre del pueblo.

Es curioso que todos estos grandes defensores de la Libertad, de la posibilidad de crear ese Paraiso en la Tierra por parte de los hombres, toman todas las medidas posibles para controlar y obligar a esos hombres a “ser libres” creando terribles dictaduras. No hace falta acudir a los “filósofos malditos” que criticaron la moderna “democracia de masas” (la teoría de las élites), Mosca, Pareto, Michels… para ver que los modernos medios técnicos a disposición de un poder cada vez menos personalizado y más fluido (como por ejemplo los medios de comunicación o la cultura y consumo de masas, con sus propias dinámicas), permiten a las élites, a su vez más difusas, saltarse las reglas y las ideas a la par que se presentan como sus máximos valedores y alardear de ellas, lo que constituye la base de los análisis sociológicos del “moderno maquiavelismo”.

Nos bastará con citar a Horkheimer y Adorno, repesentantes de la Teoría Crítica con su “Dialéctica de la Ilustración”, para concluir que ésta, un proyecto de liberación del ser humano de su ignorancia, termina por crear un mundo homogeneizado, en el extremismo ¿racionalista? (la razón aplicada a la utopía), la razón acaba por justificar lo irracional («el sueño de la razón produce monstruos»), todos los procesos sociales y culturales que explican lo que hemos llegado a ser han entronizado a Auschwitz. El dominio racional sobre la naturaleza ha llevado a un dominio irracional sobre el hombre, del que las tiranías fascista y comunista no son sino las peores manifestaciones:

“La Ilustración, en el más amplio sentido de pensamiento en continuo progreso, ha perseguido desde siempre el objetivo de liberar a los hombres del miedo y constituirlos en señores. Pero la tierra enteramente ilustrada resplandece bajo el signo de una triunfal calamidad”.

¿Por qué es posible esto?, por una errónea concepción del ser humano y su naturaleza social. Este valora por encima de todo la integración (incluso bajo disfraces aparentemente “rebeldes”) y con ello la identidad, aunque esta sea variada, múltiple, fragmentaria, pero en todo caso definida. El ser humano, social y gregario, se ve reflejado sólo en la sociedad, de ahí su perfecta adaptación al entramado de la “sociedad de masas” y “de consumo”. Ninguna conspiración, ninguna perversión, simplemente se trata de la humana naturaleza.

La Igualdad

El igualitarismo, vinculado a la justicia social, ya centró la atención de pensadores cristianos pero fueron las utopías sociales quienes le dieron relevancia y de hecho eclosionan en la Revolución Francesa, como entidad social autónoma. Hannah Arendt sostiene que la deriva totalitaria y exterminadora de la Revolución Francesa viene dada por la inclusión de la Igualdad en el calendario revolucionario como meta autónoma.

Sea cierto o no, ésta estaba. El régimen jacobino estableció el concepto social de la propiedad, en la que el Estado era el propietario general ficticio, un supervisor, lo que provocó las acusaciones girondinas, defensores éstos de una “igualdad ante la ley”. Aunque el régimen no intentó avanzar hacia la “egalité de fait” de los “sans-culottes”, a los que no dudó en desarmar políticamente.

Pero en esos albores del mundo moderno industrializado, la exigencia de los pobres del campo y la ciudad de una protección estatal frente a las inseguridades y vaivenes del mercado y su correlato de miseria y hambre permanentes, no desapareció nunca. Y de hecho los proyectos socialista y comunista se basan en ello. El Estado como protector frente al desarrollo capitalista ciego.

Que ese igualitarismo generó una nueva explotación socio-económica protagonizada por una nueva élite política burocrática que administró (mal) la economía y controló la evolución social y política (en realidad las frenó) en su provecho, teniendo como destino la nada (el comunismo), es un detalle que suele ser pasado por alto.

De ahí que caído el “socialismo real” se desintegrara sorpresivamente el mundo ideológico comunista. Porque después de los experimentos chino y soviético, representantes cutres de las utopías del siglo XIX, no queda nada. Como dice la canción punk, “no hay futuro”. La realidad, buena o mala, es lo único que hay. Y siempre es mejor que el terror, la opresión y la miseria.

Por ello la política debe dejar de ser el continente de los locos y sus locuras, aparentemente angelicales y en realidad mendaces o genocidas (ahora tenemos a los ecologistas y las oenegocios), nuevas y más voraces e implacables oligarquías, la última de ellas es el nacionalismo. Ya sabemos lo que hace y cómo. También habla de “libertad” y pretende generar en su seno “la igualdad” teórica, excluyente de “los otros”, como en todos los totalitarismos. Alguien paga siempre la factura de la fiesta.

El nacionalismo es una facción política totalitaria. Ello quiere decir que surge e incide en el sector político como una facción pero que su tendencia es la eliminación de las restantes y la impregnación de su entelequia en todos los ámbitos sociales, “el fin de la Historia”, como su abuelo el fascismo, el nacional-socialismo y como el comunismo.

Pero queda claro que es una facción política, que utiliza de modo espúreo elementos de tipo cultural y falsamente históricos para legitimarse, agrupando tras de sí núcleos de intereses y sectores diversos, sirviendo de elemento de represión, simplificación y homogeneización sociales.

Esta heterogeneidad de funciones del nacionalismo se le escapa a muchos analistas y refleja su peligrosidad, tal y como ocurrió con el fascismo. Se dijo a posteriori que lo que sobrepasó a la clase política de su época fueron “sus aspiraciones ilimitadas”. Ese grado de totalización y expansión es lo que nos ha sobrepasado del nacionalismo, lo que fanatiza e irracionaliza a sus seguidores, lo que convierte en mesiánicas sus aspiraciones y lo que impulsa a sus dirigentes a lanzar esos absurdos y aberraciones públicas.

Acabada supuestamente “la era de las ideologías”, la necesidad de identidad, de legitimidad, y de control social, lleva a las élites políticas y los grupos de presión a los brazos (de conveniencia o de creencia) del nacionalismo, el integrismo religioso y las ideologías de lo “políticamente correcto”. El nacionalismo es la más letal.

Todo ello está enmarcado en una dejación de las funciones del Estado, de protector de la población, no sólo económica y de servicios básicos sino de aspectos más amplios del ser humano como tal y como ser social. Sólo queda la parafernalia, las inauguraciones fastuosas y el lenguaje hueco del corrompido mundo político.

En este marco las ideologías “fuertes” como el nacionalismo ofrecen a la población nuevos medios de integración/discriminación y de jerarquía y autoestima social, sin ningún proyecto real de solución de los problemas, pero con un peligro enorme de manipulación y movilización social.

El mayor error es no querer ver que sus fachadas “democráticas” y “liberadoras son meras tácticas de entrismo y desactivación de la posible oposición (“somos seis millones”), como hizo en su momento la subversión bolchevique (“todo el poder a los soviets”) o nazi (“derecho de autodeterminación de las minorías alemanas de otros países”).

Sus alucinaciones nos cuestan dinero a todos y empobrecen a la nación de modo grave. Su meta final es la eliminación o marginación subordinada de los que no pertenecen al “pueblo escogido”.

Sin ningún derecho, sin ninguna verdad, solamente conquistando el campo que nosotros vamos dejando libre por desidia o por salvaguardar el “consenso” y la “paz” (¿de los cementerios?) de las élites políticas y económicas. Como Chamberlain con Hitler.

Adelante. Por un proyecto de liberación nacional.

¡Unidad!

España es libertad.