El ciudadano y la política

En todas las elecciones, las encuestas previas arrojan los mismos resultados. Preocupaciones principales de los ciudadanos: paro, delincuencia, inmigración (de hecho son todas la misma: inseguridad con respecto al futuro).

Lo que se omite es que todas estas preocupaciones cotidianas no se traspasan al campo político. A la hora de votar, el ciudadano ingresa en un mundo distinto al habitual, donde reinan las supuestas “identidades” políticas y su críptico lenguaje. Y el ciudadano vota en base a tales identificaciones.

Se trata de identidades (o identificaciones) formadas por la predominante en el entorno social y laboral propio, por sueños de pertenencia, por rasgos asumidos ideológicamente, por ansias de compensación psicológica… Son esos 20 millones de votos fijos, cautivos, que nada tienen que ver muchas veces con actitudes reales, con posiciones sociales reales, con conciencias ideológicas, aunque la política avasalladora y utópica del ZPSOE esté logrando (ya lo predijimos) movilizar y concienciar a sectores antes apáticos o inconscientes.

Lo que busca el individuo en cada acto de su vida, costumbres, actitudes, símbolos… es dotarse de “identidad”, afianzando en él esas características grupales, sociales. De manera que los ropajes culturales y simbólicos son mucho más importantes que las posiciones ideológicas en sí mismas, propiedad sólo de minorías.

Instamos a los partidos y organizaciones mayoritarias en el movimiento de resistencia a las tiranías nacionalistas a no soslayar o avergonzarse de reivindicar la unidad nacional y la nación española como valores en sí mismos, a no dejarse amedrentar por las acusaciones de los separatismos de “nacionalismo español” inexistente y absurdo.

Porque sólo esos símbolos proporcionan el imprescindible aglutinamiento del movimiento de oposición al nacionalismo; cualquier otra discrepancia ha de ocupar un lugar secundario en estos momentos. La saña con que son perseguidos y denostados nos dan la medida de su valor y la amenaza que representan para esa casta de personajillos infectos e irrelevantes que han encontrado en la disgregación del país la oportunidad jamás soñada, porque son producto directo de este sistema “autonómico” (configurado por una Constitución y una Ley Electoral aberrantes) que no admite reforma ni regeneración.

Las manifestaciones celebradas hasta la fecha dicen bien alto bajo qué emblemas se va a forjar la unión del movimiento: los símbolos nacionales unidos a los conceptos amplios de democracia y libertad. De este modo y no de otro.

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