La palabra partitocracia está en alza. Aparece en todas las críticas a la profunda corrupción del régimen de rapiña de los partidos políticos. La partitocracia es la antítesis de la democracia y su ruina.
Partido es facción, pero aquí no es una facción del pueblo sinó facción de la oligarquía gobernante. No una oligarquía económica o terrateniente, una oligarquía política, reclutada entre los fulleros, los aprovechados, los arribistas y los aspirantes a dictador.
Esgrimen ideologías, es decir excusas caducas que no aportan soluciones al momento económico y que sólo introducen enfrentamientos y crispación. Sirven también para acusar a los demás de lo que ellos hacen, todo es cuestión de lenguaje y de manipulación.
Ocupan las instituciones, se las reparten, las inutilizan y las saquean, acentuando los problemas. Nada les importa la Nación y el Pueblo. Son bandidos y, cuando se lo proponen, asesinos y linchadores.
Es necesario, la primera medida, extirpar estos grupos y castas de la vida política del modo más radical. Con ellos nada es posible. Ni con ellos ni con las autonomías y los nacionalismos.
En este contexto nuestra meta es la restauración de la democracia y la recuperación de nuestra Nación y Estado, reinstaurando la soberanía nacional a través de la eliminación de estos parásitos y la constitución de verdaderas facciones del pueblo relacionadas con sus intereses y actitudes, y no falsedades impuestas e intereses de mafias políticas.
Tarea dura, puesto que no ha habido un gobierno decente en los últimos dos siglos.