¿Ahora sí?

Leemos con estupor los artículos de uno de nuestros conspicuos liberales, verdadero Sanedrín intelectual que en nada tiene que envidiar a los titriteros de la izquierda zapateril.

Por ejemplo el de Luís María Ansón en “El Mundo” del 8-11-12, donde señala a la educación y los medios de comunicación como culpables del separatismo, ya desde Suárez dice.

O sea que ahora los que llevamos 18 años diciéndolo tenemos razón. ¿Ya no somos “radicales”?

Pero no por esto remata la faena, no se atreve a ir contra el Sistema, el autonómico y el partitocrático, culpable de ello y de la ruina económica. Ante todo orden aunque todo se venga abajo.

Lo mismo que los de “Libertad Digital”, arremetiendo contra Pío Moa. La casta intelectual es peor que sus amos de las castas políticas. Mercenarios.

Hay que echarlos

Que las ideologías políticas son un cadáver es un hecho, pero no está claro para muchos. Porque las castas políticas les siguen necesitando como excusa para ocupar el poder.

Pero estas castas caciquiles son tremendamente evanescentes, pasajeras y sobre todo inútiles e ignorantes.

Con la crisis ya hemos visto su inoperancia económica de “expertos”, y son inútiles porque carecen de perspectiva, sus metas son para el corto plazo y la inmediatez, para conservar el poder y sus prebendas, solo hay ambición personal, pero no valores en ellos.

Y ese es otro de los motivos para echarlos y recuperar nuestra Nación, nuestra unidad y nuestras instituciones prostituidas por ellos y los separatistas

Insurrección Nacional!!!

No es cobardía, es falta de lealtad y de patriotismo

Como ya aventurábamos no todo sigue igual, ha empeorado. Los ajustes perpetrados por el Gobierno de España, y los autonómicos, hacen recaer todo el peso de los mismos sobre la población exclusivamente.

Pero los 17 “gobiernos” autonómicos y sus enormes redes clientelares (estructuras burocráticas, empresas públicas, entes,…) más los privilegios y prebendas que la purria política se auto-otorga, permanecen obscenamente intactos. El entramado es un sistema de caciques y de caciquismo descomunal nunca visto anteriormente.

Da lo mismo que ahora se trate del PP, o del pasado gobierno del PS, se diferencian bien poco máxime cuando ambas facciones han declarado repetidamente que “las autonomías no se tocan”, que “han funcionado excepcionalmente bien”… y es cierto…pero ¡para ellos mismos!

Añaden, que de variar algo, o de modificar esta deforme Constitución, sería para “profundizar” en más autonomía, o según el PS para convertir el país en un esperpéntico Estado federal ( sin mencionar aquello de “asimétrico” – en favor de los nacionalistas, claro-).

Afirman, con total desvergüenza, que el sistema autonómico ha “cohesionado” intensamente al país, cuando todos vemos exactamente lo contrario: los regionalismos, artificialmente inoculados, han creado rivalidades obstructoras y estúpidas, y los nacionalismos, profundamente estimulados por el sistema y fortalecidos por la indecente “Ley Electoral”, se han entregado a la extorsión sistemática al gobierno de turno, a una intensa propaganda adoctrinadora en la “educación”, al control total de los medios y su extensión, instigando descaradamente el insulto, el desprecio y el odio a la población española.

Han creado, y extendido, el anti-españolismo y mediante la represión (más o menos encubierta) una sociedad “diferenciada”, con el perfil adecuado que caracterice y sirva de base  a esa inexistente nación, soñada bajo los delirios sentimentales de la ideología nacionalista que ha extendido sus tentáculos invadiendo a toda la sociedad civil, hasta sus estratos más bajos, intentando, lenta y ladinamente, entrometerse incluso en aspectos de la vida privada.

De capital importancia ha sido el discurso lingüístico cuyos contenidos han ido variando, oportunamente, desde unas supuestas bases científicas, y del bilingüismo, a la imposición totalitaria del monolingüismo exigiendo un derecho colectivo y negando los derechos de los individuos concretos (de nada han valido descalificaciones de organismos internacionales ni nada). La lengua local ha sido utilizada como un potente instrumento marcador y separador dirigida a la incomunicación y a la ruptura de vínculos entretejidos por la historia, creando una nueva y artificial “realidad”. Nada tiene que ver con la cultura en sí misma, ni con la cultura real, es una instrumentalización ideológica y una decidida acción política de limpieza cultural dirigida a crear un nuevo marco que sirva de sostén a la imprescindible obsesión identitaria.

Pero es muy importante no perder de vista que toda esta parafernalia es una mascarada, real, sin duda, aunque dirigida a la propia parroquia fanatizada, o a su fanatización, tras la cual se encubren los verdaderos intereses en juego de las oligarquías locales, económicas y políticas. El poder económico que se gestiona es enorme, y el poder político es irresistible. En ese ámbito ya no hay bromas ni discursos delirantes, se trata de realidades tangibles y contables, de maniobras, de favores, de corrupciones más que millonarias… y todos los actores, públicos y no públicos, son elementos del mismo sistema que se entrelaza, a una escala más amplia, y nos asola a todos.

Por eso hemos dicho repetidamente, durante años, y lo seguimos afirmando, que la verdadera crisis es la de las instituciones, que es producto del aberrante e inviable (hoy se demuestra) sistema autonómico, que no funciona como una extensión descentralizada, y armonizada, del Estado sino como un conjunto de estructuras de poder “contra” el Estado, y por lo tanto, la profundidad e intratabilidad de la crisis económica es la consecuencia.

Las autonomías no han producido en la población, ni en la cohesión territorial, ninguna mejora imputable exclusivamente a su existencia y gestión (que es pésima), pero sí han generado disgregación, malversación, despilfarro, robo y corrupción generalizada a unos niveles desconocidos. Este modelo territorial ha facilitado a las oligarquías locales un comportamiento descontrolado e irrefrenable.

Y en medio del desbarajuste aparecen las delictivas, y golpistas, declaraciones independentistas de los chantajistas de siempre, a las que se añaden indefectiblemente los nacionalistas vascos y otros que se sienten tentados de replicar la jugada.

A nadie se le oculta que el sr. Mas se ha envuelto en su banderita y la ideología nacionalista (como en su día hizo el sr. Pujol) para ocultar su pésima gestión, su ineptitud, la enorme corrupción en que está inmerso que le ha estallado en sus propias manos (Palau, ITV…), sus derroches, y los consecuentes, e importantes, recortes sociales con que ha castigado a “su” población.

Es de destacar que la mala gestión e incompetencia, y la rapiña, ya empezó con el sr. Pujol (y su camarilla: los Prenafetas, Alavedras etc. todos ellos convertidos en magnates-mangantes), siguió, aumentada, con los bandoleros del tripartido, y sigue con este aprendiz de brujo que ha querido capitalizar la habitual manifestación del 11S, para tapar su porquería y ahora se ha visto rebasado por la ola; ya solo le queda la huida hacia adelante.

Pero sus cuitas nos traen sin cuidado.

A este punto de descomposición, y de desafío nacionalista, se ha llegado por la vergonzosa dejación de los gobiernos del Estado (de los dos partidos principales, y también de sus comparsas) ante los desmanes y deslealtades de los nacionalistas, que se han producido desde el primer momento.

El nacionalismo ha crecido porque no ha tenido nunca a nadie delante. Jamás se les ha cerrado el paso ante sus insultos y vejaciones, jamás se han refutado sus mentiras históricas, culturales y económicas, jamás se ha hecho cumplir la ley (ni ha habido, ni hay, voluntad política de hacerlo, con lo que el propio Estado queda fuera de ella y está deslegitimado), en suma, jamás se ha defendido decididamente al país y a su gente. Contrariamente, aún se ha puesto en sus manos la escuela, sin control alguno, y con la mayor indiferencia se ha dejado sin dar cumplimiento las sentencias del Tribunal Constitucional, del Tribunal Supremo (6 sentencias) y la Alta Inspección: desactivada; todo ello ha permitido, durante años, el libre acoso a España y esa escuela adoctrinadora ha creado las actuales hordas separatistas.

Y la bestia, como era de esperar, no se ha apaciguado; al revés, se ha crecido, y ahora no se la puede parar.

Este es el resultado de los “cálculos electorales”, enjuagues y chapuzas de trastienda de la purria política, pendiente exclusivamente de sus propios intereses, al margen de la población (que ya no la soporta), dotada de una catadura moral y bajeza tales que a los carroñeros nacionalistas (no menos podridos, pero sí más taimados) no les ha sido difícil arrancar parte del botín.

Pero ahora ya no hay dinero.

Algo hay que inventar para tapar las realidades. Así al eterno memorial de “agravios” y al magistral victimismo se añade esta amenaza bajo la nueva consigna de “España nos roba”, la excusa perfecta que permite a los rastreros quejarse mirando hacia otro lado y quedar bien con los “señores”. Es una buena consigna de la que podrán ir tirando durante unos cuantos años. Sirve de excusa para todo.

Pero la cuestión no termina con la consumación de la amenaza; no es el final sino el principio. Tras ella viene el fomento de la subversión en los territorios adjuntos; primero se trataba de la “expansión territorial”, luego el invento de los “países catalanes”, y ahora el irredentismo con la “reunificación de la nación catalana” (las mismas pautas que sus primos hermanos, los nazis).

En este contexto se puede entender que cuando algún elemento del Gobierno tímidamente se atreve a insinuar, ante el desafío, que “hay” (simplemente “hay”) leyes, el sr. Mas y la jauría braman porque se sienten “amenazados”… es que no están acostumbrados a cumplir la ley.

La ley solo es una amenaza para los delincuentes.

Esta situación es irreversible porque la purria política se protege entre sí pese a las apariencias, y el insuperable grado de ignominia del actual gobierno del PP, miserable, atento solamente a sus intereses partidistas, a sus empresarios amigos y a sus bancos, antes permite destruir el país que liquidar el sistema autonómico (los barones mandan) que es la mamandurria de todos ellos.

Hay quienes acusan al presente gobierno de cobardía, pero no es eso; es falta de principios, falta de lealtad y falta de patriotismo. Oportunismo y bajeza, mucha bajeza. Nada más.

La consecuencia de este proceso es que la secesión de un territorio, seguido de otros, dejará sin sentido al propio Estado y a sus actuales instituciones: Monarquía y Ejército.

Mientras tanto se seguirán produciendo, y tal vez aumentando, los desórdenes callejeros como expresión del hartazgo de la población, así ha sido en parte (solo en parte) el reciente 25S, con el que no nos identificamos por obedecer, en su dirección, a otros intereses partidistas prestos a pescar en aguas revueltas. Y si los de “dentro”, con su partitocracia, no nos representan, los de “fuera” tampoco.

Algunos opinan que todo este panorama es síntoma de agotamiento del sistema. Tal vez, sí.

En cualquier caso, lo que sí es seguro es que es imposible que el sistema político se regenere a sí mismo, porque es él quien ha creado el problema.

Por lo tanto llamamos a la población española, sin facciones ni banderías, a que adopte actitudes y prácticas de RESISTENCIA de cualquier tipo, frente al enemigo común:

– Las autonomías; que deben ser eliminadas.

– Los separatismos; que hay que erradicar.

– La purria política; que ha de ser barrida.

No es la hora de la “corrección política” ni del “buenismo” ni de la contemporización, ni de posiciones intermedias ambiguas y oportunistas.

Es la hora de afirmaciones contundentes y claras: ESPAÑA, sin modulaciones ni aditamentos.

¡Hacia la INSURRECCIÓN NACIONAL!

¡Echémosles! ¡A todos!

No vamos a sumarnos a los numerosos bailes de cifras que han sido aireadas por todos los medios, ni a las prolijas explicaciones (excusas de unos y acusaciones de otros) llenas de tecnicismos que las envuelven.

Apartamos toda esa hojarasca. Nos quedamos con los hechos.

Las llamadas «reformas» simplemente han hecho recaer sobre la población el peso del desastre económico; y siguen. Pero no tienen efecto sobre quienes pueden aportar el dinero necesario para afrontar la deuda y los intereses: conocen perfectamente el problema, están al corriente del desmadre autonómico, el verdadero agujero negro, y del descomunal despilfarro. Sólo una profunda reforma del sistema podría darles confianza.

Pero ni éste vergonzoso gobierno del PP, que blinda a la casta política frente, y contra, la población, ni el resto de partidos del sistema están dispuestos a enfrentarse a las autonomías (y menos a liquidarlas), tanto por debilidad ante sus «barones» como por convicción propia.

No van a desmontar un sistema creado para sí mismos bajo el que se ha creado una densa red de intereses y vinculaciones a la vez que ha fomentado un estado de corrupción generalizada que abarca a todos.Y aún en estos momentos el despilfarro sigue (la relación de hechos es interminable y ampliamente publicitada) pese a algunos retoques cosméticos que pretenden ocultarlo mientras se recortan por doquier los servicios esenciales a la población, cuando ya no hay dinero.

En éste contexto no podían faltar los nacionalistas con su eterna liturgia de victimismo y amenazas con la que suelen enmascarar ante sus fieles su ineptitud, su demencial derroche en crear naciones inexistentes y la más que notable corrupción que anidan.

Numerosas protestas (y más que habrán) vienen a exteriorizar la incipiente ira de la población, pero ha de quedar claro que la mayor parte de la dimensión de esta crisis, así como la dificultad para resolverla, son las consecuencias, no las causas, como ya habíamos dicho en repetidas ocasiones cuando aún había dinero y a muchos les parecía que no importaba.

Las causas contra las que hay que dirigir todos los ataques son:

  •  los separatismos.
  • la aberración autonómica.
  • la purria política al completo; sin excepciones.

Hay que acabar con este sistema desmadrado.

¡ Insurrección!

Por un Gobierno de Salvación Nacional con exclusión definitiva y exigencia de responsabilidades de la purria política y sindical actual.