¡UNIDAD!

Acabamos de asistir a dos convocatorias, con asistencia masiva, en Madrid.

En ellas se ha exteriorizado un anhelo que estaba presente en todas las anteriores y que venía siendo cada vez más presionante, y es que, además del propio lema de la convocatoria, y aún por encima de él, ha ido emergiendo la reivindicación de ¡España! y el deseo de su permanencia y unidad.

La avidez por pronunciar abiertamente el nombre de nuestro país, proscrito en algunas regiones y mal visto en las restantes (a menos de que se mencione en un contexto negativo), y el uso de nuestra bandera, se ha ido abriendo paso persistente y espontáneamente, al extremo de que se suelen desbordar las recomendaciones, o requerimientos, de las organizaciones convocantes de algunos actos públicos en el sentido de no llevar banderas etc…

Las asociaciones de víctimas del terrorismo (AVT, Foro de Ermua, etc…), que son asociaciones cívicas, independientes de los partidos políticos, han sabido hacerse eco de esta realidad subyacente, y el uso sin complejos de nuestra bandera e Himno (que nosotros vimos por primera vez en Pamplona el año anterior) ha sido recibido con un entusiasmo conmovedor.

De la importancia del hecho (importancia que, sin duda, proviene del elevadísimo número de participantes) da constancia la ominosa ocultación en todos los medios afectos al régimen antiespañol, seguida, posterior y contradictoriamente, de una violentísima catarata de reacciones de rabia, de odio visceral, de insultos y descalificaciones que se está prolongando visiblemente.

En esta pataleta bestial ha participado todo el facherío nacionalista, el facherío del Partido “ese” “rosa-visón-astracán-tocho” y sus organizaciones subordinadas.

Tienen miedo; perciben que hay un potencial movilizable.

Perciben que si todo eso llegara a cuajar, ante ellos se levantaría un obstáculo formidable. Y especialmente para el totalitarismo nacionalista, antiespañol, y minoritario, esta es una oportunidad histórica ya al alcance de la mano, por eso el temor es grande y su reacción mucho más histérica que de costumbre.

Si España sale con bien de este trance, se deberá en gran parte, o totalmente, a la abnegada e inquebrantable actitud de las asociaciones de víctimas, pese al constante acoso y ataque a que se ven sometidas (excepto, naturalmente, aquellas cuyo silencio ha sido comprado por la mafia nacionalista).

La deuda que tenemos con ellas es impagable, y cuanto digamos siempre será poco.

El hecho es que, desde su legitimidad moral y su empecinamiento, de donde su capacidad de convocatoria, nos han situado, una vez más, ante el espejo.

Pero, tal vez, no pueden ir ya más allá (¿deben?), y su impulso nos está señalando el camino.

Nadie recogerá su testigo y lo lanzará adelante sinó nosotros mismos, la ciudadanía.

O acaso esperamos algo de los partidos (“institucionales”, del “sistema”) como el “partido patético”, pesetero, cuyo tactismo y posibilismo se encamina, en sus feudos autonómicos, a contemporizar y mimetizarse con el objetivo desesperado de sobrevivir, conservando sus sinecuras, a cualquier precio y quede lo que quede, y que por otra parte, sin ser convocante de esas movilizaciones populares, no duda en colocarse en cabeza de las mismas una vez constatado su éxito, patrimonizándolas: puro oportunismo, caza de votos, pero no nos ciegan, carecen absolutamente de convicción y de compromiso. O tal vez esperamos algo de otros partidos surgidos “ad hoc” que apenas iniciada su andadura ya defraudan, que mantienen discursos de conveniencia según el caso, que instantáneamente burocratizados se pueblan de arribistas de todo pelaje, de oportunistas y de buscavidas atraidos por los aledaños del poder y que pretenden encubrir su indigencia trapichera con el sayo de la “exquisitez intelectual”…


No, nuestros símbolos, bandera e Himno, que a nosotros no nos avergüenzan y que no necesitamos nacionalismo ninguno para reconocerlos y respetarlos, centenariamente anteriores al franquismo, y libres y exentos de las lacras que aquél régimen infecto les adosó, estaban tirados en el suelo y, espontáneamente, la ciudadanía los ha recogido y enarbolado entusiásticamente con una sensación liberadora, porque una vez más, percibe que España es libertad y progreso. Puro pueblo.

Los últimos acontecimientos, la felonía de este Gobierno traidor a España y del facherío progre, amparándose en una, notoriamente falsa “huelga de hambre” del monstruo, para proseguir su acción demoledora de nuestra nación, y las recientes declaraciones de algunos “señores feudales” (o aspirantes a ello) del partido patético (Jaime Matas de la taifa balear, Feijoo de la taifa gallega, etc…) que reconocen como irreversible la presente situación, y, por ende, la conveniencia de adaptarse sin dudas ni complejos a la nueva situación, nos abocan a la única conclusión posible: ya no se puede esperar solución alguna dentro del sistema institucional de la partitocracia (que no democracia) actual; hay que cambiar la Constitución actual, el sistema electoral y de partidos, y para ello se requiere un amplio movimiento popular independiente de los partidos actuales. Es la hora de la ciudadanía.

El tiempo apremia y es nuestra hora (“…en la tardanza está el peligro, Sancho.”).

En estos momentos nuestros “distingos” ideológicos son un lujo obsceno.

Nuestra falta de unidad es la fuerza del facherío antiespañol, y con nuestra demora en aglutinar un movimiento de oposición, de resistencia, ellos acrecientan su poder y extienden su obra aniquiladora de nuestro país; ¿es ya irrevesible, como proclama la chusma nacionalista? .

Pongámonos a la altura de las víctimas del terrorismo nacionalista, ellos han hecho ya la parte más dura, la más difícil. Ellos han puesto muertos y lisiados, y siguen en la brecha, plantando cara ¿permitiremos que su sacrificio, sí, su sacrificio, se desvanezca en la nada?.

Tenemos un potencial que aún no somos capaces de movilizar ¿de qué tenemos miedo?.

La unión es la fuerza , y el tiempo apremia.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *