… y ahora el trapicheo

Como ya esperábamos, sigue la estrategia de provocación y desafío nazionalista contando con una coyuntura muy favorable:

Podemos (y sus marcas franquiciadas) se han quitado la máscara, ¡por fin!, y se muestran como sus valedores… aunque realmente no constituyen un bloque uniforme y su verdadera faz dependerá de las tensiones internas.

El bufón del PS desempeña su papel de tonto útil para Podemos, desesperado ante la perspectiva de ser defenestrado por una facción de su partido y cegado por la ambición de alcanzar el poder a «cualquier precio», lo que ahora miembros de ese partido rechazan con vehemencia y aparente dignidad clamando por una defensa de la «unidad de España» que nunca antes les importó… argumento que ahora se esgrime como un mero ariete contra su repudiado secretario general). Todos saben que el pacto con Podemos, deseado por gran parte del PS, será un logro efímero para el partido, rápidamente fagocitado por Podemos y arrollado por la avalancha de todos los secesionistas.

También el PP se ha vuelto «patriótico» ahora, cuando se ve perdido, y sus alianzas con los nazionalistas ya no funcionan porque no tiene nada que ofrecer (los millones del FLA, no bastan).

Por su parte, los nazionalistas, han podido secesionarse en cualquier momento, nunca han tenido a nadie delante (y si muchas complicidades favorables de la autodenominada izquierda y de la progresía) y una población profundamente inoculada de hispanofobia y de rechazo a la «casposa» y pasada de moda idea de España. Pero mientras había dinero a espuertas y abundante mangoneo con impunidad, no había prisa en tener su «Estado propio»; pero ahora no hay dinero, hay poco que sacar y sí conviene la secesión (¡pero siempre en «condiciones favorables»!, que no están dispuestos a pagar el coste de la misma). No tienen más límite que su propia incapacidad, como se está demostrando.

No obstante, una vez más, remachamos la culpabilidad de todos los gobiernos hasta ahora habidos, en el proceso de destrucción de España.

La actual redistribución de los votos entre cuatro pretendientes ha puesto al descubierto:

a) El fracaso del postulado reformismo o regeneracionismo, pues no ha logrado atraer a votantes, como se ha visto.

b) El fracaso de los eslóganes relativos a los «nuevos» políticos y sus políticas, que tampoco han atraido votantes. Más bien lo que ha movilizado ha sido el supuesto voto de castigo o de hartazgo de la PPSOE, aunque como se ha ido viendo, los «nuevos» ni son muy distintos ni «más mejores» que los anteriores, son «casta» de antemano.

c) La pervivencia en el imaginario público (atizado por los medios lacayos) de la estéril y falsa dicotomía «izquierda-derecha» que lastra las opiniones y las actitudes.

Ahora asistiremos al habitual e indecente trapicheo con los pactos post-electorales, que parecen no disgustar mucho al personal, pese a que en realidad son fraudes democráticos sin paliativos; lo decente serían «coaliciones electorales», a la vista de todos, sin tapujos ni ambiguedades. Pero los politicastros no se sienten cómodos con actitudes claras y transparentes.

Y ésto es consecuencia de una Constitución muy mal hecha, a sabiendas, de un Estado Autonómico corrupto en sí mismo y origen de todas las corrupciones (como querían) y una deshonrosa Ley Electoral que distorsiona la realidad de los votos y que sobrerrepresenta a quienes precisamente se declaran agentes de la destrucción de España.

Con estos elementos se ha construido el chiringuito de los politicastros viejos y nuevos.

Es probable que el resultado de la mezcla de todos los factores conduzca a una mayor inestabilidad, alterando con ello el deseado proceso de muerte lenta e indolora de España, abriendo por lo tanto la posibilidad de reacciones imprevisibles, pese a la indiferencia, ignorancia y desprecio al propio país, que los politicastros han fomentado en una población hedonista, durante los 40 años de partitocracia.

Frente a todos, y contra todo, ahora, el Ejército debe encabezar un contragolpe que restituya la legitimidad y la legalidad de las instituciones del Estado, debe tomar el poder para regenerarlas (ahora sí) limpiándolas de la escoria que las coloniza y eliminar a todos los sediciosos.

¡Abolición de las autonomías, ya!

¡Ejército al poder!

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