Es un tema recurrente hablar de la traición abierta de la izquierda a la Nación y Pueblo españoles. Nosotros lo hemos descrito en varios artículos.
Desde los orígenes, la idea de nación estuvo reñida con los análisis predominantemente sociales de la izquierda, sólo interesada en los efectos subversivos de los separatismos. Ayer y hoy. La izquierda ha visto la nación como una “representación ideológica de las clases dominantes”.
“No me tiñan de rojo el nacionalismo” diría Lenin (aunque él lo hizo cuando le convino).
Esa visión ha causado un mayor daño en España, por razones históricas. Esa fiesta, realmente nacional y realmente popular, que debía ser el dos de mayo de 1808, fue rechazada por las izquierdas por lo primero y por las derechas por lo segundo.
La Historia española de los siglos XIX y XX es la de una continua alianza entre las “fuerzas progresistas” y los separatismos y sus falsedades. Sólo en el momento más desfavorable, en plena Guerra Civil, la izquierda reprochará a los nacionalistas su doblez y traición, en boca de figuras como Azaña o Negrín, presidentes republicanos. Sólo al final generará un discurso patriótico centrado sobre todo en contra de la intervención italo-alemana-marroquí (no la soviética).
Lo verdaderamente grave no es el desapego de la izquierda hacia un nacionalismo español que no existió ni existe, aunque sea agitado como un espantajo por intereses políticos, y que ni siquiera se encarnó en la derecha, más proclive a componendas y pactos. Lo grave es la absoluta beligerancia para con todo lo que suponga historia o reivindicación de lo puramente nacional, sin contenido social, a diferencia de países como Italia o Francia (que por eso mismo generaron fascismos, es decir nacional-socialismos).
En la Transición, tras el afianzamiento de la oposición, la disgregación dentro de los partidos avanzó inexorablemente hasta hoy mismo, en que lo que se da a las tiranías nacionalistas es presentado como fruslerías o “reorganizaciones estructurales”.
El PSOE catalán ha terminado por desaparecer, con su importante bloque de votantes, subsumido por los cuatro jerarcas nacionalistas del minúsculo PSC. Mucho antes el maoísta PTE, en plena decadencia, cambiaba sus siglas por PTE antes de desaparecer, y el minúsculo troskista PORE se quedó en POR, porque con la C se hubiera leido “puerco” (PORC). La OICE se transformó en OEC (y por no repetir otra C), y así todos. El PCE ya tenía el PSUC, que como el resto desapareció (ahora son EUiA, la conjunción catalanizada es para demostrar su hipernacionalismo). Por no hablar del PS navarro, uno de cuyos sectores está dispuesto ahora a una escisión para pactar con los separatistas del brazo político etarra.
Sus cesiones se han transformado en un retroceso permanente ante las alucinaciones nacionalistas. Y lo peor es que cualquier resistencia es furiosamente atacada como “reaccionaria” o “franquista”.
El proceso de degradación ideológica, y aún peor, política de la izquierda es irreversible. Lo que se ha apoderado del PSOE, eliminando adversarios y tendencias, es indescifrable, y aunque hijo de la izquierda no es propiamente izquierda.
Cuando lo social decae por su complejidad o por la ineficacia evidente de las soluciones simples, sólo queda la manipulación de los miedos y esperanzas.
Las bases de la izquierda simplemente han desaparecido.
El referente del “socialismo real”, real como su miseria, ha desaparecido. El referente de clase, obrerista, ha desaparecido, como los intelectuales y la clase media que lo sostenía. Económicamente, la excusa del Estado del Bienestar, no propiamente socialista, se ha derrumbado, no quedando ya ni la esperanza vacua y pospuesta de la nacionalización. Los gobiernos de izquierda de los años 90 no sólo no fueron un antídoto contra la corrupción del poder sino que la elevaron a sus más altas cimas, por no hablar del aumento exponencial de la burocracia y el gasto público enfocada hacia el amiguismo, las oligarquías locales y todo tipo de grupos e iniciativas inútiles y alejadas de la mayoría de la población.
La izquierda podría convertirse en un polo de defensa de las libertades como pretende, pero en realidad es el vertedero de todos los prejuicios, sectarismos, chanchullos y represiones de lo “políticamente correcto” y sus grupúsculos étnicos, nacionalistas, ecologistas, “multiculturalistas”, etc… .
Pese a su verborrea libertaria la izquierda se ha convertido en “el Sistema”, y frente a ellos están los rebeldes que defienden las libertades contra su represión. Lejanos quedan los tiempos del “prohibido prohibir” del 68.
Lo peor de todo es que se ha aliado con los totalitarios nacionalistas en su huida hacia adelante, hacia el poder por el poder, hacia la nada, constituyendo esa amalgama indefinible llamada “progresismo”, bajo la que se cometen todo tipo de tropelías y abusos.
¿Queda espacio para una izquierda nacional?. No requiere mucho esfuerzo, o sí. Basta con una denuncia clara y firme de esta situación y, lo más difícil, identificar el bienestar del pueblo y de su marco nacional como el bien supremo. Por encima de sectarismos y programas.
Hay grupos que empiezan a verlo claro, y no seríamos honestos si no citáramos aquí a dos. La UCE (Unificación Comunsita de España), de tendencia marxista-leninista, atacada repetidas veces en el País Vasco (lógico, unificación y española), veterana en la militancia. Y el partido SAIN (Solidaridad, Autogestión e Internacionalismo), de tendencia social-cristiana. Insistentes ambos en la denuncia de las manipulaciones de la oligarquía de partidos y su servilismo hacia la disgregación nacionalista, caiga quien caiga.
Un saludo a ellos y a todos los que anteponen la honestidad y fidelidad políticas a cualquier ortodoxia. Deberíais especificar en vuestros programas, estrategias y propaganda, el punto primordial, de combate contra la disgregación nacionalista y lo que ello representa: humana, económica y socialmente. Abandonad el sectarismo inútil.
El verdadero sentido de un programa de izquierda sólo podrá revelarse en un contexto de regeneración y liberación nacional del pueblo español. Ya sabéis contra qué enemigo, contra qué sanguijuela y contra qué represión será.
N.O.A. Núcleos de Oposición Antinacionalista