«Reformeros»

¿Aún ahora tenemos que seguir escuchando las mamarrachadas hipócritas de los reformistas que minimizan las consecuencias y alcance del totalitarismo separatista y siguen proponiendo paños calientes y medias tintas?

Abandonistas de España como Losantos o César Vidal, con su liberalismo guay, exsocialistas (y exseparatistas) como Rosa Díez o Fernando Savater, aprovechados timoratos como Rivera o de Carreras de eso llamado “Ciudadanos” (¿Ciudadanos del mundo, de la  Europa germana y de la Constitución ninguneada?), periodistas como Pedro J. Ramírez que aún apoyan las autonomías y su reforma (¡si el PPSOEIU no puede autoreformarse cómo lo van a hacer las autonomías y los separatismos!), elitistas “enfants-terribles” como Iván Tubau, equidistantes “no-nacionalistas” como los de la Asociación por la Tolerancia y de los Robles, Romera, y Maritas, que fastidiaron durante más de una década la formación de un movimiento anti-separatista real y antagonista con sus ambigüedades y politiqueos baratos, o ultraderechistas “identitarios”, es decir renegados como todos ellos, avalistas de localismos tradicionalistas enemigos del “jacobinismo” español como son Ernesto Milá o Ramón Bau. Traidores.

Todos ellos, derecha e izquierda, con sus tics ideológicos de hace doscientos años coinciden en ningunear a España. Carecen todos ellos de lo único que nos puede salvar: el patriotismo y la honradez política.

Porque desde hace dos siglos todos los regímenes, TODOS, se han dedicado a realizar sus aberraciones ideológicas a costa del bienestar del Pueblo y de la estabilidad de la Nación.

Y que nadie saque lo de Franco porque fueron cuatro décadas perdidas para la renovación, bloqueada por el “haga usted como yo, no se meta en política” versión conservadora, que suponía no incentivar nada, incluido el patriotismo, como bien quedó demostrado en el vergonzoso abandono de Ifni y el ocultamiento de nuestros soldados caídos frente a la guerrilla marroquí.

El desafío ha sido, desde siempre, contra la Nación y el Pueblo, es decir contra España.

No pueden haber medias tintas ni rectificaciones porque la partitocracia y sus amigos separatistas van a por todas.

Sucio reformismo

Escuchamos hablar a Rosa Díaz, líder de UPyD: todo es ahorro suprimiendo diputaciones y unificando ayuntamientos.

De las autonomías nada, aparte de alguna devolución de competencias, como Educación, elemento primordial de adhesión social, suicida y alegremente, cedida a los separatistas.

Su argumento cumbre es la desigualdad en los servicios a los ciudadanos. Invocación al Estado de Bienestar cuando ya no es posible económicamente y menos con autonomías

Y es que nadie se atreve a tocar el tema crucial de la aberración autonómica, que es nacional, económico y socialmente ruinosa.

Los intereses ocultos tras el 15-M y su futuro partido racial ocultan este gasto, mientras se meten con todos: Ejército, Monarquía…y, muy curioso, a las autonomías las defienden.

La piedra de toque de cualquier movimiento regenerador de la vida pública es este. La prueba del algodón.

No hay, por lo tanto, un reformismo real.

Es un reformismo sucio, infiltrado y condicionado por el separatismo. En la acampada del 15-M anterior, el abogado asesor del movimiento era el de los etarras. El “derecho de las autonomías” fue por delante, claro.

Sin una posición revolucionaria fuerte no hay norte ni plan, y se terminará yendo a donde no se quiere. Lo que pretenden los reformistas es retroceder a un punto indeterminado en el pasado de la deriva separatista. Quince o veinte años atrás, y ahí quedarse (para emprender de nuevo el mismo proceso…el cuento de nunca acabar).

Ingenuidad, los separatistas siempre han dicho que sus metas son ilimitadas. Ni siquiera se pararían con la independencia y la anexión de otros territorios (Valencia, Navarra, Baleares, Aragón), quieren destruirnos, explotarnos, esclavizarnos, humillarnos.

Somos sus judíos: envidiados, odiados, temidos y deseados. Somos su complejo.

Así que aplastar el sistema autonómico-separatista y partitocrático es la única meta.

Lo demás es circunstancial y secundario.

La situación actual

La evolución de la situación política va poniendo a cada uno en su lugar. Arturito Mas finaliza su huida hacia delante solicitando a Rajoy una salida negociada que le permita salvar la cara y le libere de paso del dogal de ERC, socios y oposición a la vez !!!, y que le traspase más dinero para los continuos derroches en funcionarios y subvenciones de la Generalidad.

Rajoy, contento, ya ha empezado a devolverle señales, como las declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores, diciendo barbaridades como la transferencia de la competencia de recaudar el 100 % del IRPF, a lo que los separatistas han respondido, como siempre, con más exigencias, por si acaso caen: la ampliación de las competencias de su policía, los Mocitos, con lo que las FOP nacionales desaparecerían en la región.

CyU se desmorona porque al abandonar de un modo u otro el camino emprendido, que debía ser sólo un amago de chulería con el apoyo a la manifestación del 11-S, perderá ahora los votos del ala radical.

Además se acaba la carrera de Mas, a los pies de los caballos de los reformistas “moderados” del partido, ahora con el campo libre por la caída de Oriol Pujol, amo del cotarro y corrupto máximo.

ERC finaliza su negocio con réditos, aumenta su masa de votantes y hecha la culpa de todos los males a CyU-Mas y, como no, a España. Mientras a seguir engordando con poltronas y dinero, porque el negocio no puede parar en cualquier situación. Ninguno de estos dimite de sus cargos y escaños, que no olvidemos que son autonómicos, es decir, institucionales bajo la Constitución española vigente. Fuera del Sistema no hay vida, ni dinerito.

El PSC continúa con su juego de equilibrios de “ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio”, con lo que contribuyen de modo acelerado a perder votos, que probablemente irán a Ciudadanos, la UPyD, a minorías, o a la abstención.

ICV, (ex IU), aspira a heredar esos votos yendo también de razonable pero sin abandonar el bloque separatista, como el PP en el otro lado, pero sin convicción, porque para los conservadores la ideología, los valores, son una carga que sólo sirve para pintar la carrocería de lo verdaderamente importante, el dinero, el negocio, la economía.

Ahora comienza el cambalache y el intercambio de favores y de infraalianzas para ganar cada uno lo que pueda. No hay límites, todo a puerta cerrada.

El secretismo.

Esa es la verdadera política de las élites caciquiles de los partidos. Siempre a corto plazo.

¿Y nosotros? Muy bien, la situación provocada ha sacudido la tramoya de normalidad falsa en la que vivíamos, destapando no sólo la corrupción sino la hipocresía de los actores políticos, y las intenciones suicidas implícitas en los “nacionalistas periféricos” insertos en el sistema como un cáncer, empeorado con la aberrante mala idea de las autonomías.

Así que ahora se puede proclamar abiertamente cualquier tipo de salida al actual sistema podrido e inoperante, además de ruinoso, que multiplica la crisis económica que padecemos y que el imperialismo alemán disfrazado de UE acelera.

Ha llegado el momento de difundir la única solución posible: un golpe cívico-militar que no sólo acabe con la situación de agonía del Pueblo y la Nación españoles sino que, además, inicie un proceso de reconstrucción nacional que evite y prevenga los antecedentes que nos han llevado a este punto.

Por menos no vale la pena arriesgar tanto.

La hora de las realidades: el propio sistema “es” la corrupción.

Parece inevitable comentar los nuevos casos de corrupción. Pero es que ya no nos escandalizan ni nos sorprenden.

Lo que nos sorprendería a estas alturas es que se aclararan, que se juzgaran rápidamente, que se impusieran y cumplieran las penas de cárcel y que se exigiera resarcir el daño causado. Pero no es, ni ha sido así; el recientísimo caso “Pallerols” (que afecta a la UDC de Durán) y los demás, en ciernes, lo corroboran una vez más.

Cuando el simulacro de justicia que tenemos, actúa –siempre con gran dilación dejando a muchos delitos prescribir-, las componendas o los indultos, restituyen el orden putrefacto de la casta política.

El historial de la corrupción (término en el que coloquialmente se agrupan diversos tipos de delitos e indecencias -como las condonaciones de deudas a partidos, las exenciones fiscales de que gozan los políticos, y demás prebendas etc…-) es una saga sin fin desde el inicio de la “Transición”, y cada nueva fechoría se superpone, en rápida secuencia, a la anterior, relegándola casi al olvido.

Se dice que nos hemos acostumbrado a la corrupción y que hemos aceptado con indiferencia la impunidad y el descaro con que se produce. La hemos aceptado desde que, pese a su pertinaz presencia, la población ha seguido votando contumazmente a los mismos partidos corruptos. Así es, y de esa irresponsabilidad, somos culpables.

Somos culpables porque votándoles colaboramos y nos hacemos cómplices de la putrefacción y el robo.

Solo que ahora, con la tremenda crisis que golpea, la indecencia, especialmente cuando se da en la casta política, es más lacerante y parece insoportable.

Pero acrecentaremos nuestra culpa si, pese a todo, les seguimos votando.

También se dice que no todos los políticos son corruptos; tal vez todos no lo sean, pero de ningún modo se trata de “individuos aislados”, hay cómplices necesarios por acción u omisión. A ello nos lleva lo azaroso del proceso por el que se descubren nuevos casos (normalmente delaciones, traiciones e intrigas internas), y sin olvidar que se extiende a todos los niveles, hasta los más bajos, de menores importancias materiales y más difíciles de detectar. Tal vez los “casos aislados” a que se refieren sean, precisamente, los opuestos.

Ha imperado la “ley del silencio”, ya que se da en todos los partidos, hasta que la crisis ha ahogado amenazadoramente a las extensas redes clientelares establecidas en la partitocracia, en las que unos encubrían a los otros en un círculo cerrado, y pese a todo, ahí permanecen.

Por eso los partidos se perciben como bandas de malhechores donde se reúne lo peor, lo más hediondo de la sociedad y, en consecuencia, se profundiza el rechazo, desprecio y hartazgo de la sociedad hacia ellos. Ya no valen.

Es repugnante ver, en los momentos actuales (Febrero 2013), a Rubalcaba (y otros como IU, CiU, etc…) líder de un partido absolutamente podrido, clamar contra el no menos podrido PP. La conquista del poder exige lanzarse a la yugular del contrario. Pero ninguno de ellos merece ocupar el Gobierno.

Hablan de un “pacto anticorrupción”… su solo enunciado les delata. ¿La no corrupción, la decencia, se pacta? Si se lleva a cabo tal cosa no será más que un paripé para prolongar el saqueo y el latrocinio (el ejemplo lo tenemos en la podrida caverna separatista que cínicamente convoca una “cumbre” para recabar ideas anticorrupción. ¿Habrase visto mayor mascarada y burla?).

Es tal la indignación que por fin han levantado, que sus mastines en los medios, e incluso algunos políticos, empiezan a impresionarse. Tocan a rebato. Estos bomberos ven como única salida la regeneración y la autodepuración, ya que empecinarse en la negación y la ocultación, como han hecho hasta ahora, es muy imprudente, e incluso peligroso, por lo que tiene de prepotencia y de desafío a la población.

A nosotros nos da igual lo que hagan para “controlar daños”.

Su problema no es nuestro problema.

Ellos, son nuestro problema.

En el sistema que han desarrollado para sí mismos, en las autonomías –causa principal-, en la partidocracia –con sus manejos electorales-, la corrupción es inherente.

Afirmamos que el propio sistema “es” la corrupción.

Pero pese a lo llamativo, la corrupción económica no es lo peor. Lo peor es la corrupción política, en la que sí están involucrados todos. Se trata del incumplimiento de la Constitución (lo llaman “interpretación laxa y conciliadora” de la misma), de las leyes y sentencias y del sometimiento de la justicia al control de los políticos…; brevemente: la dejación del Estado, su ausencia, que ha generado una tremenda crisis institucional, aparentemente imparable ya.

El constante trapicheo con los separatistas por intereses meramente sectarios y electorales y la desidia, el desinterés y la inconfesada antiespañolidad (en algunas facciones políticas, e inoculada insidiosamente en una parte de la población como idea “progresista”) ha estimulado el crecimiento de la bestia nacionalista que ya se permite declaraciones sediciosas y golpistas con total impunidad.

Así es como el Gobierno de la autonomía en Cataluña, que es una institución del propio Estado, gracias al cual existe, rompe la soberanía del pueblo español declarando, ilegalmente, la suya propia.

Y no reconociendo las leyes del Estado, puede, en cualquier momento, en un acto de rebelión, declarar la secesión (la anunciada “consulta” ya no es de hecho necesaria, se trata de una mascarada, una escenificación, para darle aspecto de plebiscito, de demanda popular).

Frente a esta situación, que culmina un largo proceso de cesiones y renuncias a plantarles cara, el Gobierno actual no va a actuar. Quedó claro al enunciar “que esa declaración no sirve de nada”. Problema resuelto. Una vez más constatamos que para el “PP”, España no es su tema. Otro tanto podemos decir de algunos partidos de la oposición (P(soe), IU, PSC…) subrepticiamente antiespañoles, que pretenden camuflar su complicidad con los separatistas con esperpénticos proyectos federales “asimétricos”.

Para la defensa del país, ante su posible ruptura, nunca se van a unir. En lo que de verdad están unidos, todos, es en la corrupción… en sus felonías. Y si a algunos de ellos puede inquietarles la idea que se les hunda el chiringuito, otros, en cambio, se sienten muy cómodos en sus feudos.

La crisis que ahora nos ahoga es la consecuencia de un sistema que además de haber pervertido la democracia y todas sus instituciones, resulta ser un régimen traidor a la Nación española.

Estos partidos, al igual que sus sindicatos, ya no representan los intereses y las facciones reales del pueblo. Y estamos hartos de ellos.

Los partidos y los políticos actuales deben desaparecer. Hemos de deshacernos de ellos.

Algunos bien pensantes, a fuer de moderados, postulan la reforma del sistema desde dentro; conscientes de que tal cosa exigiría una especie de suicidio político y la autoliquidación del férreo entrelazado de intereses y redes clientelares, operación en la que muchos se quedarían sin modus vivendi. Pero no, el sistema no es reformable ni regenerable. A lo máximo que puede tender es a un amago cosmético “cambiar algo para que todo siga igual” (como ya ocurrió en Italia hace algunos años).

Otros, más desahogados, como Cayo Lara (IU) en fecha reciente (2-2-2013) tienen el cuajo de afirmar que la actual desafección a estos partidos desemboca ineludiblemente en el “fascismo”. ¡Ya está, se ha invocado al demonio! ¡Ya salió el eterno “tabú” inhibidor, intimidador y paralizante! Llamar a alguien “fascista” ha sido un recurso infalible y, de paso, hacía olvidar que los totalitarismos más salvajes y criminales han sido el nacionalismo (que se pretende desvincular del fascismo que realmente existió) y el comunismo. Así, según ese individuo, para no ser fascista hay que aceptarles, sí o sí. No importa lo que hagan, no tenemos otra opción.

Pues no. Ya no nos amedrentan. Ellos, precisamente, son el “camino equivocado”.

Y, sí, proponemos la insurrección nacional.

Por eso alertamos contra todo tipo de algaradas jaleadas desde diversas banderías y con otros fines, porque no se trata del consabido enfrentamiento de partidos llevado al extremo, sino de acabar con este sistema completamente podrido, de acabar con estos partidos y con estos políticos para:

– Implantar una Constitución verdaderamente democrática que proteja al pueblo.

– Sirva a la defensa de la Nación.

– Permita el control efectivo al poder.

– Garantice la real e inviolable separación de poderes.

-Establecer una nueva Ley Electoral que garantice el igual valor de los votos y la representación.

Para alcanzar estos mínimos objetivos es imprescindible terminar con el actual régimen político, abolir el desastroso sistema autonómico y erradicar el nacionalismo. Porque en democracia no “todo” cabe. Y solo hay libertad si impera y se cumple la ley.

Y habiendo sido conculcada la actual (y deficiente) Constitución e incumplidas, repetidamente, las leyes, por los sucesivos Gobiernos además de su extrema corrupción, estamos legitimados para llamar, como única solución, a la movilización y organización de todos los elementos leales a España, para la insurrección nacional.

La alternativa a la hipocresía

No importa cuál haya sido el resultado de las autonómicas catalanas, haya subido algo más CyU o no, el resultado es más de lo mismo desde hace 35 años.

El sistema autonómico genera disgregación y nacionalismos, aparte de ruina económica y caos administrativo y desigualdad y saqueo y corrupción y…

Pero ahora no procede que «personalidades» políticas o periodísticas (Zapatero, Leguina, Rajoy, Ansón…)  se lleven las manos a la cabeza por la deriva de Mas, el corrupto. Porque llevan esos 35 años proporcionando fondos y legitimidad institucional a los separatistas de CyU y PNV. Hipócritas.

Todos los gobiernos lo han hecho: Suárez, González, Aznar, Zapatero y Rajoy. El PPSOEIU, el Sistema caciquil. Todos han insertado el cáncer separatista en el centro del Sistema partitocrático y de un sistema electoral injusto y desequilibrado a favor de los localismos desleales, confirmando sus mentiras y su agresividad.

Les han dado el control de la educación y así han podido implantar un lenguaje y una actitud apoyada por sus subvencionados medios de comunicación.

Lo venimos diciendo desde hace 18 años. Sin paños calientes ni medianías. Y venimos denunciando la tibieza y el reformismo sobrepasado de los grupos que deberían combatirlo: Ciudadanos, UPyD, Foro Mogambo, Foro Babel, Tolerancia…

Pero ahora el desafío es otro: dentro del sistema autonómico, si uno se separa, otros lo harán, el primero el PNV, y a partir de ahí el Sistema pierde su sentido y su legitimidad.

¿Para qué servirían las autonomías, creadas para integrar a los nacionalistas catalanes y vascos, qué papel cumple el Rey, representante y símbolo de la unidad nacional, para qué unas instituciones y partidos que ya no representan al Pueblo español, y para qué sirve el Ejército, encarnación y garantía de esa unidad nacional?

Ninguna institución sobreviviría, todas las subversiones tendrían su oportunidad.

La alternativa está ahora clara: España o el Sistema partitocrático-autonómico-corrupto-separatista. Y cuando decimos España nos referimos a una Nación única con divisiones puramente administrativas aleatorias sin conexiones con el pasado histórico sobre el que se puedan edificar mistificaciones o intereses localistas.

No hay otra opción, quien tenga que entender que entienda.

Insurrección nacional española!!!

Hay que echarlos

Que las ideologías políticas son un cadáver es un hecho, pero no está claro para muchos. Porque las castas políticas les siguen necesitando como excusa para ocupar el poder.

Pero estas castas caciquiles son tremendamente evanescentes, pasajeras y sobre todo inútiles e ignorantes.

Con la crisis ya hemos visto su inoperancia económica de “expertos”, y son inútiles porque carecen de perspectiva, sus metas son para el corto plazo y la inmediatez, para conservar el poder y sus prebendas, solo hay ambición personal, pero no valores en ellos.

Y ese es otro de los motivos para echarlos y recuperar nuestra Nación, nuestra unidad y nuestras instituciones prostituidas por ellos y los separatistas

Insurrección Nacional!!!

No es cobardía, es falta de lealtad y de patriotismo

Como ya aventurábamos no todo sigue igual, ha empeorado. Los ajustes perpetrados por el Gobierno de España, y los autonómicos, hacen recaer todo el peso de los mismos sobre la población exclusivamente.

Pero los 17 “gobiernos” autonómicos y sus enormes redes clientelares (estructuras burocráticas, empresas públicas, entes,…) más los privilegios y prebendas que la purria política se auto-otorga, permanecen obscenamente intactos. El entramado es un sistema de caciques y de caciquismo descomunal nunca visto anteriormente.

Da lo mismo que ahora se trate del PP, o del pasado gobierno del PS, se diferencian bien poco máxime cuando ambas facciones han declarado repetidamente que “las autonomías no se tocan”, que “han funcionado excepcionalmente bien”… y es cierto…pero ¡para ellos mismos!

Añaden, que de variar algo, o de modificar esta deforme Constitución, sería para “profundizar” en más autonomía, o según el PS para convertir el país en un esperpéntico Estado federal ( sin mencionar aquello de “asimétrico” – en favor de los nacionalistas, claro-).

Afirman, con total desvergüenza, que el sistema autonómico ha “cohesionado” intensamente al país, cuando todos vemos exactamente lo contrario: los regionalismos, artificialmente inoculados, han creado rivalidades obstructoras y estúpidas, y los nacionalismos, profundamente estimulados por el sistema y fortalecidos por la indecente “Ley Electoral”, se han entregado a la extorsión sistemática al gobierno de turno, a una intensa propaganda adoctrinadora en la “educación”, al control total de los medios y su extensión, instigando descaradamente el insulto, el desprecio y el odio a la población española.

Han creado, y extendido, el anti-españolismo y mediante la represión (más o menos encubierta) una sociedad “diferenciada”, con el perfil adecuado que caracterice y sirva de base  a esa inexistente nación, soñada bajo los delirios sentimentales de la ideología nacionalista que ha extendido sus tentáculos invadiendo a toda la sociedad civil, hasta sus estratos más bajos, intentando, lenta y ladinamente, entrometerse incluso en aspectos de la vida privada.

De capital importancia ha sido el discurso lingüístico cuyos contenidos han ido variando, oportunamente, desde unas supuestas bases científicas, y del bilingüismo, a la imposición totalitaria del monolingüismo exigiendo un derecho colectivo y negando los derechos de los individuos concretos (de nada han valido descalificaciones de organismos internacionales ni nada). La lengua local ha sido utilizada como un potente instrumento marcador y separador dirigida a la incomunicación y a la ruptura de vínculos entretejidos por la historia, creando una nueva y artificial “realidad”. Nada tiene que ver con la cultura en sí misma, ni con la cultura real, es una instrumentalización ideológica y una decidida acción política de limpieza cultural dirigida a crear un nuevo marco que sirva de sostén a la imprescindible obsesión identitaria.

Pero es muy importante no perder de vista que toda esta parafernalia es una mascarada, real, sin duda, aunque dirigida a la propia parroquia fanatizada, o a su fanatización, tras la cual se encubren los verdaderos intereses en juego de las oligarquías locales, económicas y políticas. El poder económico que se gestiona es enorme, y el poder político es irresistible. En ese ámbito ya no hay bromas ni discursos delirantes, se trata de realidades tangibles y contables, de maniobras, de favores, de corrupciones más que millonarias… y todos los actores, públicos y no públicos, son elementos del mismo sistema que se entrelaza, a una escala más amplia, y nos asola a todos.

Por eso hemos dicho repetidamente, durante años, y lo seguimos afirmando, que la verdadera crisis es la de las instituciones, que es producto del aberrante e inviable (hoy se demuestra) sistema autonómico, que no funciona como una extensión descentralizada, y armonizada, del Estado sino como un conjunto de estructuras de poder “contra” el Estado, y por lo tanto, la profundidad e intratabilidad de la crisis económica es la consecuencia.

Las autonomías no han producido en la población, ni en la cohesión territorial, ninguna mejora imputable exclusivamente a su existencia y gestión (que es pésima), pero sí han generado disgregación, malversación, despilfarro, robo y corrupción generalizada a unos niveles desconocidos. Este modelo territorial ha facilitado a las oligarquías locales un comportamiento descontrolado e irrefrenable.

Y en medio del desbarajuste aparecen las delictivas, y golpistas, declaraciones independentistas de los chantajistas de siempre, a las que se añaden indefectiblemente los nacionalistas vascos y otros que se sienten tentados de replicar la jugada.

A nadie se le oculta que el sr. Mas se ha envuelto en su banderita y la ideología nacionalista (como en su día hizo el sr. Pujol) para ocultar su pésima gestión, su ineptitud, la enorme corrupción en que está inmerso que le ha estallado en sus propias manos (Palau, ITV…), sus derroches, y los consecuentes, e importantes, recortes sociales con que ha castigado a “su” población.

Es de destacar que la mala gestión e incompetencia, y la rapiña, ya empezó con el sr. Pujol (y su camarilla: los Prenafetas, Alavedras etc. todos ellos convertidos en magnates-mangantes), siguió, aumentada, con los bandoleros del tripartido, y sigue con este aprendiz de brujo que ha querido capitalizar la habitual manifestación del 11S, para tapar su porquería y ahora se ha visto rebasado por la ola; ya solo le queda la huida hacia adelante.

Pero sus cuitas nos traen sin cuidado.

A este punto de descomposición, y de desafío nacionalista, se ha llegado por la vergonzosa dejación de los gobiernos del Estado (de los dos partidos principales, y también de sus comparsas) ante los desmanes y deslealtades de los nacionalistas, que se han producido desde el primer momento.

El nacionalismo ha crecido porque no ha tenido nunca a nadie delante. Jamás se les ha cerrado el paso ante sus insultos y vejaciones, jamás se han refutado sus mentiras históricas, culturales y económicas, jamás se ha hecho cumplir la ley (ni ha habido, ni hay, voluntad política de hacerlo, con lo que el propio Estado queda fuera de ella y está deslegitimado), en suma, jamás se ha defendido decididamente al país y a su gente. Contrariamente, aún se ha puesto en sus manos la escuela, sin control alguno, y con la mayor indiferencia se ha dejado sin dar cumplimiento las sentencias del Tribunal Constitucional, del Tribunal Supremo (6 sentencias) y la Alta Inspección: desactivada; todo ello ha permitido, durante años, el libre acoso a España y esa escuela adoctrinadora ha creado las actuales hordas separatistas.

Y la bestia, como era de esperar, no se ha apaciguado; al revés, se ha crecido, y ahora no se la puede parar.

Este es el resultado de los “cálculos electorales”, enjuagues y chapuzas de trastienda de la purria política, pendiente exclusivamente de sus propios intereses, al margen de la población (que ya no la soporta), dotada de una catadura moral y bajeza tales que a los carroñeros nacionalistas (no menos podridos, pero sí más taimados) no les ha sido difícil arrancar parte del botín.

Pero ahora ya no hay dinero.

Algo hay que inventar para tapar las realidades. Así al eterno memorial de “agravios” y al magistral victimismo se añade esta amenaza bajo la nueva consigna de “España nos roba”, la excusa perfecta que permite a los rastreros quejarse mirando hacia otro lado y quedar bien con los “señores”. Es una buena consigna de la que podrán ir tirando durante unos cuantos años. Sirve de excusa para todo.

Pero la cuestión no termina con la consumación de la amenaza; no es el final sino el principio. Tras ella viene el fomento de la subversión en los territorios adjuntos; primero se trataba de la “expansión territorial”, luego el invento de los “países catalanes”, y ahora el irredentismo con la “reunificación de la nación catalana” (las mismas pautas que sus primos hermanos, los nazis).

En este contexto se puede entender que cuando algún elemento del Gobierno tímidamente se atreve a insinuar, ante el desafío, que “hay” (simplemente “hay”) leyes, el sr. Mas y la jauría braman porque se sienten “amenazados”… es que no están acostumbrados a cumplir la ley.

La ley solo es una amenaza para los delincuentes.

Esta situación es irreversible porque la purria política se protege entre sí pese a las apariencias, y el insuperable grado de ignominia del actual gobierno del PP, miserable, atento solamente a sus intereses partidistas, a sus empresarios amigos y a sus bancos, antes permite destruir el país que liquidar el sistema autonómico (los barones mandan) que es la mamandurria de todos ellos.

Hay quienes acusan al presente gobierno de cobardía, pero no es eso; es falta de principios, falta de lealtad y falta de patriotismo. Oportunismo y bajeza, mucha bajeza. Nada más.

La consecuencia de este proceso es que la secesión de un territorio, seguido de otros, dejará sin sentido al propio Estado y a sus actuales instituciones: Monarquía y Ejército.

Mientras tanto se seguirán produciendo, y tal vez aumentando, los desórdenes callejeros como expresión del hartazgo de la población, así ha sido en parte (solo en parte) el reciente 25S, con el que no nos identificamos por obedecer, en su dirección, a otros intereses partidistas prestos a pescar en aguas revueltas. Y si los de “dentro”, con su partitocracia, no nos representan, los de “fuera” tampoco.

Algunos opinan que todo este panorama es síntoma de agotamiento del sistema. Tal vez, sí.

En cualquier caso, lo que sí es seguro es que es imposible que el sistema político se regenere a sí mismo, porque es él quien ha creado el problema.

Por lo tanto llamamos a la población española, sin facciones ni banderías, a que adopte actitudes y prácticas de RESISTENCIA de cualquier tipo, frente al enemigo común:

– Las autonomías; que deben ser eliminadas.

– Los separatismos; que hay que erradicar.

– La purria política; que ha de ser barrida.

No es la hora de la “corrección política” ni del “buenismo” ni de la contemporización, ni de posiciones intermedias ambiguas y oportunistas.

Es la hora de afirmaciones contundentes y claras: ESPAÑA, sin modulaciones ni aditamentos.

¡Hacia la INSURRECCIÓN NACIONAL!

No hay más alternativa

La abierta desobediencia de la Generalidad separatista, aún con toda la carga de chulería política preelectoral que pudo tener, es la demostración más evidente de la profunda auto-corrosión del sistema partitocrático-autonómico-separatista. Todo en él es un timo: oeneges, ecofascismo, los izquierdistas y separatistas del 15-M, etc.

Es además la demostración de que teníamos los NOA la razón cuando afirmamos la deslealtad de este ponzoñoso enemigo y la realidad de la guerra que nos ha declarado.

Y en base a esa guerra proclamamos que hay que actuar en consecuencia: sublevación, eliminación del separatismo, abolición autonomías, regeneración democrática, reconstrucción nacional, depuración responsabilidades políticas.

Es un programa de mínimos apartidista que considera que la Política está al servicio del Pueblo y la Nación, y no de las ideologías y los clanes políticos.

¡Fuera nacionalismos, autonomías y saqueadores mentirosos!